Había acabado la carrera de economía y estaba trabajando en una correduría de seguros a la par que preparaba oposiciones a inspector de Hacienda. Había alquilado un piso junto con otros dos compañeros en Los Remedios, cerca de la academia donde iba dos tardes por semana.
Con mis primeros haberes me compré un Dyane 6 de ocasión. Nunca he estado tan atareado ni he derrochado tanta energía como entonces. Fue una época feliz o, como no tenía tiempo de pensar en nada, lo parecía. A Las Hilandarias iba de vez en cuando a ver a mis padres.
Bajo los soportales de la avenida República Argentina, en un encuentro casual con Cirilo Cortés, me enteré del internamiento de Jacinto.
Cirilo, que iba a visitar a un oftalmólogo, estaba más interesado en contarme sus penas que la recaída de nuestro amigo. Sólo de pasada hizo alusión a esta noticia.
Su aprensión y su egocentrismo lo incapacitaban para contar esa historia. La conversación no fue larga tampoco. Tuvo lugar a mediados de un noviembre desabrido. Ambos teníamos prisa, él por llegar a la consulta del médico, y yo a la academia.
Nos despedimos. A los pocos minutos aminoré la marcha y acabé parándome al lado de uno de los pilares.
Me quedé mirando el pavimento que estaba mojado. Era un día de chaparrones y de fuertes ráfagas de viento. La circulación era densa.
Jacinto llevaba ingresado dos semanas. Me puse a andar de nuevo a un ritmo normal, luego a grandes zancadas. Me dije que iba a llegar tarde.
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Dyane 6 ufff el anti-vuelco, ni pillando las curvas a morir se tumbaba el jodio, menuda amortiguación tenía.
Con mis primeros haberes me compré un Cuatro ele que es duro y resistente, «carne de cabra» se dice por aquí. Quizá no tenía tanta estabilidad como el Dyane 6, pero no veas por qué caminos me he metido con él.
Enganchada me tienes a la historia de Jacinto 🙂
Esa declaración me hace muy feliz. Pero la historia de Jacinto acabará pronto. Es uno de los episodios del libro. Un episodio que cobra todo su sentido en el contexto del relato. Saludos cordiales.
¡No podría faltar Cirilo, nuestro querido Cirilo!, sí debería aprender un poco a ser menos egocéntrico, aunque ardua tarea para él ni se lo propone.
Esto si que es una divinidad: » Me quedé mirando el pavimento que estaba mojado»…un detalle de esos que nos cautivan a nosotros mismos, sin espacios, sin tiempo y sin nadie…sin nadie, perdidos con nosotros mismos, dulce esclavitud propia la cual no tiene precio.
Si que es bonita historia y la de sus personajes. Un Abrazo Antonio
Todos somos egocéntricos en alguna medida (supongo que un rasgo de la santidad es precisamente la ausencia de egocentrismo).
Cuando esa actitud sobrepasa ciertos límites, la comunicación salta por los aires. No hay diálogo. Este fenómeno es bastante frecuente. Hay personas que sólo hablan, no escuchan ni cuando están calladas.
Cirilo no es un caso extremo. Quizá en esta ocasión hay que comprenderlo, pues iba al médico por un problema ocular. Los ojos son muy importantes.
El protagonista, quiera que no, ha recibido un golpe. Lo está encajando. No esperaba que la evolución de Jacinto fuese tan drástica como para tener que internarlo. Buenas noches.
Qué suerte tan chaparra la de Jacinto. Suele suceder con aquellos seres privilegiados.
Cirilos abundan, para tentar nuestra paciencia (o por lo menos la míá).
«Jonás» ha preferido evadirse antes que solidarizarse. Su inmadurez, pienso.
Curiosos recuerdos están llegándole a «Jonás» en momento tan grave por el que está pasando y del que aún ignoramos cómo va a salir… si es que ha de hacerlo.
Vas entregando fragmento a fragmento una historia que nos dice mucho más allá de lo que es evidente y que toda a cada lector toca descubrir. Autor que no exige algún esfuerzo a sus lectores y, en cambio, les desvela todo (como se dice por acá «masticadito y en la boca»), sólo es un obrero de la pluma y no, un creador.
Abrazobeso con mi fraternal cariño, bardo y maestro.
El destino, por un lado, quiero decir, las circunstancias que nos vienen dadas (el país donde naces, los padres que tienes, la genética…), y por otro la, llamémosla, voluntad. Esa es la combinación que nos conforma.
Jacinto no es un luchador. Poco a poco la depresión va ganando terreno. Cirilo es egocéntrico, no egoísta. ¿No nos tienta a todos la depresión y no estamos todos presos en nuestro yo?
Comprendo que los Cirilos te impacienten, a mí también. Como todos aquellos que están colonizados por los prejuicios, las fijaciones y otros palos en las ruedas de la convivencia.
Jonás vive su vida, que es lo que hace la mayoría de la gente. Estudia, trabaja, trata de abrirse camino…Pero conserva la suficiente sensibilidad para «reaccionar» cuando Cirilo le comunica la noticia del internamiento de Jacinto. Una noticia que le afecta. Pero es verdad que antes no hizo nada.
Ahora, en el fondo del barranco, rememora este episodio y otros. Tal vez eso le sirva para convertirse en otra persona (el tema de la metanoia o conversión me ha interesado siempre: ¿es esta posible?).
Hay que esperar los acontecimientos.
Un escritor, ni queriendo, puede decirlo todo por la sencilla razón de que no posee ese conocimiento absoluto.
La literatura es un descubrimiento para el autor y para el lector, de ambos requiere participación.
Toujours à toi, cher collègue.
Jacinto no tiene las herramientas para resolver su situación, pues no olvidemos que la depresión no es motivo de voluntad, sino una enfermedad física, en la electroquímica cerebral, que se acrecienta con las circunstancias emocionales y psicológicas que le rodean. Es un ser digno de empatía y de compasión, porque además, como te lo he compartido en el comentario previo, está tocado de cierta luz, su don artístico. En fin, que desarrollas tus personajes con tal precisión que no puede uno dejar de apasionarse con ellos.
Sobre lo del escritor, es un hecho que no le expresé con corrección, a lo que me refiero es a esos obreros del oficio que le dan toda la trama desvelada, explicada, «masticada», a su lector, restándole todo esfuerzo analítico.
Lo que tú afirmas es verdad absoluta: ningún autor puede decirlo todo, por carecer del conocimiento completo.
Y bnien lo asientas además, Antonio querido: la buena literatura requiere la participación autor-lector para lograr su cometido: descubrir,. ¿qué?, el ser y su razón.
Abrazobeso enorme con harto cariño y admiración, frater carus.
Es cierto, la depresión es una enfermedad y como tal está catalogada. También lo es el autismo. Voy a formular la pregunta de otra manera: ¿quién está libre de contraer una enfermedad: ya sea una gripe o una psicosis? Todos estamos expuestos a caer enfermos. De hecho, caemos.
Pero frente a la enfermedad (que no sé si, más que la salud, es el estado normal del ser humano), los comportamientos varían mucho. Hay quien se rinde a la primera y quien lucha con coraje. Seguro que conoces ejemplos de los dos casos.
Por supuesto, no estoy enjuiciando a Jacinto. Dios me libre. Ni a él ni a nadie que padezca cualquier enfermedad, sea grave o no.
Es exacto lo que dices a propósito de Jacinto. Y Jonás, si no lo sabía ni podía expresarlo con tus palabras, lo intuía. De ahí su respeto y su afecto. Pero se mantuvo al margen. Para despertar de su modorra, ha sido necesario que un golpe brutal lo arroje fuera del camino. Feliz fin de semana.
Áhí está el quid, en cómo enfrentar cad circunstancia que nos presenta la vida. Bien lo afirmas, Antonio.
Hoy día más parece que nuestro estado normal es la enfermedad, antes que la salud. Pero no tengas pendiente, que sé perfectamente que tu reflexión sobre Jacinto es eso y no, juicio, tu sensibilidad humana está muy por encima de ello.
Gracias por compartir tu pensar y sentir acerca del devenir de tus personajes, enriqueces tanto la lectura de tu obra.
El mejor fin de semana al lado de los tuyos, querido frater. Grande y cariñoso abrazobeso, bardo.
El hombre al ser instinto y razón, es díficil conocer sus respuestas a los eventos que se le van presentando y determinar cual de los dos ejerce mayor influencia. Los efectos, muchas veces se descubren tarde, quizá entonces empiecen a ser aleccionadores.
Jonás, está haciendo ese análisis y cuando salga del duro trance, seguramente obtendrá conclusiones que de algún modo determinen una conformación mental diferente. Es lo que suele suceder después de un evento drástico en la vida.
La psicología inmersa en estos relatos, magistralmente desarrollados, conducen a un importante escrutinio de nuestros propios nubarrones que no se han podido disipar, depresores emergentes que todos debemos tener.
Buen fin de semana.
El ser humano es, en definitiva, imprevisible. Unas veces prevalecen las circunstancias, otras la voluntad. ¿Dónde está la clave? Cuando los hechos se ven en perspectiva (cuando se ven los toros desde la barrera, se dice por aquí), todo resulta más fácil, todo se ve más claro. Pero cuando se está inmerso en el día a día, y vivir es esa inmersión, esa luz nos falta.
A la fuerza ahorcan, sentencia un refrán. Jonás se ve abocado por el accidente a tasar su vida, a valorarla. Y es evidente que, ocurra lo que ocurra, después no será el mismo. Será otro o no será.
Aunque el hombre es lo bastante estúpido para volver a las andadas, para aprender poco o nada de las lecciones recibidas. Así que se ofrecen todas las posibilidades, todas las puertas están abiertas. Un abrazo.