Recostado en el asiento, con los brazos pegados al cuerpo, cerró los ojos e inspiró profundamente. Pronto su respiración se hizo imperceptible. En su rostro quedaba la huella de una leve sonrisa.
Mi joven pasajero se convirtió en la imagen del sosiego. No iba a realizar nuevos pases mágicos. Más parecía que descabezaría un sueño. Pero deseché esa idea. Me había ofrecido su ayuda y estaba cumpliendo su palabra.
Si había logrado que esa luz descarnada se replegase, era seguro que podía ejecutar otros prodigios.
Quizá él fuera, en efecto, mi salvador. Nada tenía que perder. Nada podía hacer por mí mismo. Mi malestar había remitido también.
Dejé de observar al niño y miré al frente. Incrustado en las entrañas de esa incandescencia, distinguí un punto negro que luchaba por hacerse un hueco.
La manchita redondeada fue agrandándose. Aumentó tanto de tamaño que debí rectificar. No era de color negro sino azul marino.
El azul de una noche serena que toca a su fin.
Ese ojo de buey siguió creciendo y aclarándose hasta desembocar en el cielo de un día despejado.
Me quedé dormido. Cuando me desperté, la punzada en la espalda era más fuerte. Era como si me estuviesen clavando un objeto puntiagudo en la columna vertebral. Era un dolor intenso y localizado pero no insoportable.
Un resplandor grisáceo había desplazado a la oscuridad nocturna. Había amanecido. Las nubes densas y bajas descargaban con perseverancia.
Me puse a examinar de nuevo los signos que los regueros de agua trazaban en el parabrisas.
El corazón me dio un vuelco cuando vi dos caras pegadas al cristal de la ventanilla. Lo limpiaron con las manos. Luego, haciendo visera con ellas, miraron dentro del coche. Tras estudiar la situación, se pusieron a hablar.
Uno de ellos abrió la puerta y anunció: “Me llamo Moncho y este es Chencho. Vamos a sacarte de aquí”. Se expresó con tal rotundidad que no me cupo duda.
Antes de pasar a la acción inspeccionaron el terreno. Eran dos enanos tocados con un sombrero. Pese a ir cubiertos hasta los tobillos con un tabardo, se apreciaba su robustez.
Una vez sopesados los pros y los contras del rescate, se asomaron al interior del Mercedes y asintieron con la cabeza, de lo que deduje que ambos habían llegado a idéntica conclusión. Sin dar ninguna explicación cerraron la puerta y se fueron.
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
Muy bueno.
Gracias, José Ángel. Un saludo cordial.
De nada, Antonio, pura verdad.
¡Ya nos dejaron con la intriga…esos enanos, eso no puede ser, no hay derecho a ello!. Genial…Genial Antonio tu historia. Un abrazo.
La semana que viene sabremos lo que hacen esos dos con tabardo hasta los tobillos y sombrero. Pero está claro que van a rescatar a Jonás, que lo van a sacar del barranco. Lo que ignoramos es adónde lo van a llevar. Un abrazo.
La crisis que ha vivido Jonás lo ha hecho experimentar las horas más intensas de toda su vida, sin duda, y ha pasado desde el shock a la conciencia del dolor físico y quizá la gravedad de su situación médica, al recuerdo de Jacinto (ese ser especial que le dejó una marca en el espíritu), a la luz enceguecedora que presagiaba un final, a la aparición del niño de 7 años (un consuelo y un remanso de esperanza dentro de su desgracia y su soledad, criatura emblemática por mucho, a no dudarlo), a la presencia de los enanos (o como Jonás creyó verlos desde su postura y situación) quienes en lugar tan poco probable (no olvidar que Jonás está en el fondo de un barranco agreste) lo hallan y se organizan para salvarlo…
Quien tenga oídos que escuche, quien tenga ojos que vea. Tu relato, maestro tan querido, es un guiño para tus lectores, pues en la trama aparente se entreteje un trasfondo mayor que desde que comenzó nos lo has dejado vislumbrar. Es a nosotros a quienes toca encontrarlo, asimilarlo y proyectarlo.
Te deseo un cierre de semana feliz, al cobijo amoroso de los tuyos, y te quedo agradecido por el suspenso en que nos has dejado. Por lo demás, ya sabes que siempre te abrazobeso muy fuerte y con harto cariño, mi frater ibérico.
Buen resumen de los acontecimientos y su significado desde el accidente hasta este momento. Todo ello conforma la noche oscura de Jonás. Las horas que corresponden a su caída en el barranco y su permanencia en él. Aunque esa noche empezó antes, en la cena, o incluso cuando partió de Sevilla bajo una tenue llovizna. Pero ha amanecido aunque bien es verdad que el cielo sigue encapotado. Así y todo, lo van a rescatar. Para él, no hay otra forma de salir de esa hondonada.
Has hecho un balance preciso de esos episodios con un indudable correlato simbólico (así es como el espíritu asimila lo externo).
Los enanos se pueden entender de ese segundo modo, pero también pueden tener, «mutatis mutandis», una interpretación literal.
Jonás, en sus condiciones físicas y psíquicas, así los ve, pero pueden no ser más que dos enfermeros (de hecho, lo son) que vienen a socorrer a un herido.
Jonás, tras despeñarse, se ha «quijotizado». La realidad se va a adaptar no a sus deseos sino a sus necesidades. Tal vez a su ideal.
La historia, el autodescubrimiento continúan. Aún queda un buen tramo para acabar de recorrer el camino de regreso.
Tú tienes ojos y oídos y corazón. Tus comentarios me están sirviendo para profundizar en este relato y explorar sus ramificaciones. Para esa inmersión se necesita el concurso de otro, del lector, en este caso encarnado en un gran poeta. Gracias mil. Un abrazo.
Pues claro que a esta «novella» le falta un buen trecho, mi querido Antonio.
Creo que este «camino de regreso» es la experiencia de vida, y que tú interpretas (lúcidamente) como eso, un camino de regreso en el que se aprende, se recoge, se deshace uno, y se anda. Quizá lo visualizas como lo han hecho culturas ancestrales, como un anillo, un ciclo que se abre al nacer y se cierra al morir, aunque no para repetirse, sino para liberarse de él y trascender a mejor y más sana dimensión. No olvidemos que somos más energía que masa (replicando la constitución del universo, del que procedemos como el resto de los cuerpos y seres) y como tal, no nos destruirimos, sino que nos transformaremos.
Me emociona «colaborar» humildemente con mis divagaciones en la comprensión que tienes de tu obra. No me agradezcas, maestro, el agradecido soy yo.
Enfilándonos hacia un nuevo fin de semana, te dejo un abrazobeso enorme, con todo mi cariño y envuelto en mi admiración, hermano, amigo y trovador.
Sabias palabras. Ojalá sea como dices. Liberación y trascendencia. Repetición no, por favor. Una vez es suficiente. O como proclama el dicho popular: «Una y no más Santo Tomás». Que tengas un luminoso fin de semana.
Me hiciste reir con tu acotación sobre la repetición del ciclo. De acuérdísimo, ni el paciente Job lo repetiría, jaja.
Te quiero, te admiro y te leo con enorme placer, frater. Abrazobeso.
No cabe duda, tu escritura nos lleva a un aprendizaje vasto de la calzada que recorre el ser humano. Al creer que había encontrado un gran post la primera vez, nunca imaginé lo trascendental que resultarían todos los sucesivos. En cada uno proyectas un interior pleno de sabiduría y sensatez y una habilidad con la pluma extraordinaria.
Estos últimos capítulos de la historia, han portado para Jonás, lo que tus lectores también asimilamos, un resignificar el concepto de la cercanía con la muerte, donde según creo, antes de perder la fuerza activa de Dios, el cuerpo y la mente que nos habita, como es bien sabido, tienen dilemas serios que afrontar. En esas situaciones no queda más que mantener la fortaleza, la fé y esperanza.
A la expectativa de nuevos capítulos de esta historia. Un abrazo.
La vida es un camino ciertamente. El que Jonás recorre es el de regreso a sí mismo, que tiene su contrapartida externa en los incidentes de su propia vida, en los hechos que se narran en esta historia.
Tus palabras son halagadoras. No sabes cuánto me alegro de la valoración que haces. En realidad, cada vez que me pongo a escribir, y quizá todavía más cada vez que me pongo a corregir, que es lo que estoy haciendo actualmente, se me caen los palos del sombrajo, como decimos por aquí. La distancia entre el resultado y la aspiración es desazonadora. No me estoy lamentando de nada. Se da lo que se tiene.
Decía al principio que la vida es un camino. De la cercanía de la muerte hablas tú elocuentemente al final de tu comentario. Un abrazo.
Con tu permiso Antonio, quiero Felicitar al Señor Ernesto por sus interesantísimos comentarios, así como todos los demás participantes que hacen de este blog un lugar conversacional de lo más valioso. Un abrazo a todos.
Estoy seguro de que Ernesto y los visitantes de este blog, dejen o no un comentario, te agradecen, al igual que yo, esa felicitación, así como tus aportaciones que contribuyen al mérito de este «lugar conversacional», de este bosque abierto a todos los paseantes.
Que tengas un magnífico fin de semana.