95.-Me pregunta Emma: “¿Cómo consigues no discutir?” “No lo consigo siempre, aunque es verdad que no entro al trapo con tanta facilidad como tú” “Reconozco que no puedo quedarme callada cuando estoy en desacuerdo, algo me solivianta o escucho un disparate” “Es arduo, desde luego, mantener la calma en esa tesitura. Mi clave, si de tal cosa puede hablarse, es bien sencilla. Parto de la base de que el otro es más fiera que yo. Y ciertamente es un recurso que funciona.”
“El otro” replica Emma “no sale bien parado en esa valoración apriorística” “Procedo con discernimiento. Hay mucha materia que está sujeta a opinión. Tú tienes la tuya y yo tengo la mía. De idiotas es discutir sobre colores y sobre muchas cosas más. De gustibus non est disputandum. Si nos atenemos a esa sabia recomendación, descartamos de entrada una cantidad ingente de motivos para porfiar.
“En una discusión el factor psicológico es de capital importancia. Este dato puede calibrarse rápidamente. Tan pronto como la otra persona abre la boca, queda claro el talante que se gasta.
“En cuanto detecto que el otro no quiere dialogar sino arrollar, que escuchar no le interesa en absoluto, que tratar de meter una cuña en ese soliloquio implica una lucha agotadora, concluyo que el otro es más fiera que yo. Que en esa confrontación llevo las de perder. Que no vale la pena que pierda mi tiempo y mi energía con un energúmeno. Que lo más sensato es darle cuanto antes la perra gorda y finalizar la entrevista.
“Callo, lo cual no quiere decir que otorgue. Callar, en este caso, equivale a aguantar el chaparrón. No va más allá de ser un comportamiento mínimamente educado con el que se trata de abreviar una situación incómoda.
“Callar equivale a obsequiar al interlocutor con la última parrafada. Si no es un obcecado, toma conciencia de su desconsideración. Y si lo es, se va la mar de contento pensando que se ha llevado el gato al agua.
“Cada vez estoy más convencido de que no vale la pena discutir por nada. Hay muy pocas cosas en la vida que se merezcan un acaloramiento verbal, que justifiquen cualquier tipo de agresividad”.
“Suena razonable” replica Emma, “pero a mí me resulta difícil mantener esa actitud estoica” “No hay estoicismo sino simple deseo de acabar y ese es el camino más corto. Si los demás se ponen burros, la solución no es que tú te pongas más burro que ellos. De esa forma lo único que se logra es organizar un concierto de rebuznos”.
“¿Debo entender eso como una alusión?” dice Emma medio en broma medio en serio. “¿Cómo puedes pensar tal cosa? Conozco a pocas personas tan respetuosas y empáticas como tú”.
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La postura de no discutir ni a la primera de cambio es inteligente, pero no deja de ser inteligente la postura de Emma de responder sensatamente al otro y no otorgar, es como una especie de espada que Emma no puede evitar, pero las espadas hay momentos en la historia que han sido necesarias. simpático lo del concierto de rebuznos y sí que se dan.
Discutir o no discutir: esa es la cuestión que se plantea a menudo en las relaciones humanas. Supongo que depende mucho del carácter de cada uno elegir una u otra opción.
Si eres extrovertido, te enzarzarás más fácilmente en una disputa. Si eres introvertido, rehuirás esos enfrentamientos verbales que, en general, sólo crean malestar.
Lo de que «De la discusión nace la luz» es una afirmación aberrante. Cuando se discute, se razona poco o nada. El objetivo es tumbar al interlocutor.
Esta «Canción de la Ofrenda» del maestro alemán es preferible a cualquier polémica y hace más bien por el mundo que las palabras usadas como armas arrojadiza o proferidas vanamente.
¡Qué bálsamo esta Cavatina!
Dejo esta otra de Stanley Myers, que es una mis piezas musicales preferidas:
¿ Qué tienes…?, ¡ a mí mismo!, ¿y eso es tener?, Tu respuesta ya me lo dice todo, y te pregunto yo…¿ y tú que tienes, tú?.
Tus preguntas merecen una detenida reflexión. La respuesta puede hacerse a diversos niveles: individual, social, psicológico, metafísico…
Quizá la pregunta no sea: ¿qué tienes? sino ¿qué eres?
¡Hermosa la pieza musical de Stanley y lo significativo de los solos ya sean de guitarras, de violines, hablan por sí mismos!, incluso en la música actual ni hay letras buenas ni hablan los instrumentos.
Levantamos la mirada al igual que elevamos el Corazón escuchando música, observando un paisaje, un cuadro y disfrutando de una sonrisa.
¡Llevas razón Antonio, la pregunta es la tuya!. ¿ qué eres?.
[…] a través de Sobre las discusiones — El bosque silencioso […]
Gracias por rebloguear. Saludos cordiales.
La solución que propone el interlocutor de Emma es la más sabia, pero como no nos es natural, innata, a los seres humanos, sino que implica el uso intenso de nuestra razón y nuestra voluntad, lograrla se vuelve en una virtud por conseguir.
Biológicamente estamos organizados para reaccionar «agresivamente» ante el peligro, es nuestra defensa instintiva (y lo instintivo, tan denostado hoy día, es rasgo fundamental de sobrevivencia). En este mundo tan civilizado (calificado así con mucha ironía de mi parte), ese peligro, amén del físico, también se manifiesta verbalmente (que mezcla emoción y «subrazón»). Por ello nos es más común (como a Emma) reaccionar en contra. Yo, en lo personal, cuando veo que las circunstancias en que se da ese potencial pleito no están bajo mi control, prefiero hacer mutis por la izquierda; aunque reconozco que jamás he soportado la estulticie ajena y, más aún, cuando se sustenta en una actitud impositiva, no argumentativa; y entre más edad, menos paciencia tengo. He optado por resolverlo entre mí, razonando en voz alta, antes que enfrentar a quien es imposible confrontar racionalmente, pues sólo sabe hablar y responder desde las vísceras.
Como cada vez me es más habitual, divago y, muy probablemente, espeto tonterías… En fin…
Abrazobeso grande, hermano caro.
Todos estamos expuestos a que nos lleven los diablos, los cuales, entre otras metamorfosis igualmente indeseables, nos transforman en burros.

Por mi parte, hay una incapacidad cuasi física para las discusiones, hacia las que experimento un profundo rechazo, pues sólo conducen a lodazales y manicomios.
Si los diablos no hacen de las suyas, ¿qué otra cosa se puede hacer sino desmarcarse, es decir, hacer mutis, dejar que se restablezca la calma?
Sé que esta actitud, calificada por Emma de estoica, no es fácil. Es, según tus palabras, «una virtud por conseguir».
Magnífica reflexión, Ernesto. Los instintos son una respuesta automática. Sus consecuencias pueden ser desastrosas.
No veo peligro en el trato diario sino competitividad, deseo de destacar (ansia de protagonismo), mangoneo, soberbia…A lo mejor es a eso a lo que llamas agresividad.
Normalmente la acción implica una reacción (así se comporta Emma y la mayoría de la gente). Pero o rompemos, nos sustraemos, nos liberamos de esa cadena infernal o seguimos dándonos garrotazos, que es el tema de una de las pinturas negras realizada por Goya:
Tu solución o tu actitud ante esta situación me parece digna y sensata.
Acaso divagues, pero desde luego no espetas tonterías. Un abrazo.
En los tiempos que corren, Antonio, parece que lo único que permea es esa estúpida competitividad que lleva al mangoneo y que no es otra cosa que una soberbia rampante. ¿Qué genera? La agresividad que nos envuelve por todos y que es tan patente en las grandes ciudades, como esta megalópolis que me ha tocado. Lo más trágico es que esto lo vivencian ya los niños, por seguir los malos ejemplos del adulto a su alcance.
Feliz fin de semana, frater. Abrazobeso enorme.
Hablando de discusiones, esto.
Los Monty Python escenifican bien lo de discutir por discutir, que es lo que se hace la mayoría de las veces.