116.-Cada familia tiene su propio lenguaje, su historia, sus costumbres. Cada familia ha establecido su protocolo, se ríe con determinados chistes y responde a ciertos estímulos. Todo lo cual deja indiferente al resto de los mortales por la sencilla razón de que no está en el ajo. O, incluso en el caso de que comprenda, esa complicidad interna le trae sin cuidado.
No es difícil asumir una verdad tan simple. No debiera serlo en aras de un entendimiento más amplio, de un enfoque más integrador.
Nadie cuestiona esa realidad que es el producto de años de vida en común, por lo general los más importantes para una persona, los decisivos a la hora de conformar su carácter. Que esto sea cierto, no implica que tengamos que convertirnos en esclavos de esa “Weltanschauung”. A nadie, por muy obtuso que sea, se le escapa que hay otras. De hecho, cada familia tiene su cosmovisión.
Lo realmente malo es cuando elevamos a categoría universal esas concepciones particulares, cuando hacemos de ellas ruedas de molino con las que tienen que comulgar nuestros semejantes.
“Esto es así porque así se hacía en mi casa” o “Esto es lo que pensaba mi padre al respecto y no hay nada más que añadir”. Esta maldición se puede extender desde el ámbito gastronómico (y tener que comer las lentejas como las preparaba mi madre) al social (y relacionarse con unos y evitar a otros en función de los prejuicios mamados).
Alusiones sin sentido, chascarrillos sin gracia, distribuciones espaciales absurdas, comportamientos chocantes, reglas de urbanidad rancias, imposiciones intolerables…esta panoplia constituye el más acabado homenaje a la rigidez.
Y si se cuestiona esa actitud o se señalan los fallos, la respuesta suele ser que eso es lo que se ha vivido (se sobreentiende en la casa paterna). Que eso es lo que sale de dentro (se sobreentiende que es también lo que los demás deben acatar).
Ni siquiera se puede hablar de desconsideración sino de encorsetamiento. De hecho, la primera víctima es quien viste esos ropajes almidonados, quien ha llenado de ballenas el cuello de su camisa, quien se ha embutido en miriñaques que sólo le permiten realizar los movimientos bendecidos.
En todas las familias existen tradiciones. Cada familia instituye la suya porque así lo exige la convivencia. Es una medida práctica. Nada criticable hay en ello. Lo inadmisible es que, cuando se sale del núcleo parental, se trasplante a un entorno diferente como la cosa más natural del mundo esos tics y esas reglas.
Por muy adorables que nos parezcan los primeros, y por muy sensatas que juzguemos las segundas, al elevarlos a rango de leyes los estamos transformando en una fuente de fricciones y enfrentamientos.
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Creo que en parte por eso las fiestas navideñas causan tantas fricciones, por decirlo finamente. Cada uno quiere imponer sus tradiciones, usos y costumbres familiares.
Lo has explicado muy bien cuando dices al final «elevar a rango de leyes». En ser flexible y tolerante suele estar la clave de la paz.
Las fiestas navideñas constituyen una ruda prueba por varias razones. Una de ellas es los encuentros interfamiliares.
Pero en el post se habla más bien del día a día. De los prejuicios, fijaciones y expectativas con que todos cargamos, y que nos juegan malas pasadas. Sí, hay que estar atentos y ser flexibles.
Interesante reflexión que puede ser trasladada a cualquier ámbito cerrado en el que prima el peso de la tradición, la costumbre, los convencionalismos… desde la familia, como señalas, a un país.
El problema de la rigidez y los prejuicios, que se expanden en todas la direcciones, no es privativo de ningún sector social.
Esta reflexión la han suscitado las relaciones familiares, pero, en efecto, se puede extrapolar a cualquier ámbito. Saludos cordiales.
Reblogueó esto en Contra la ley "antitabaco".
Gracias, Lecroix, por rebloguear el post. Saludos cordiales.
De nada. Muy buen post, Antonio. Saludos.
La familia debiera ser siempre el refugio más seguro para el desarrollo humano, donde los lazos consanguíneos no solo mantengan la cohesión interna propia y de cada uno de sus miembros, sino sobre todo, preparen para enfrentar nuestras realidades. Pero si se vuelve una paradoja, donde se desvirtua o acartonan todos los sentidos de pertenencia a los que hay que someterse dentro de ella, se puede invadir el bienestar propio, y llevar la integración social por terrenos escabrosos, como me lo sugiere este excelente texto sobre esquemas rígidos dentro del comportamiento familiar.
Un abrazo.
La familia debiera ser , y de hecho lo es a menudo, eso que dices: un refugio, un espacio sagrado en el que sus miembros encuentren acogida y paz. Desgraciadamente no siempre es así. Ocurre también que los fantasmas y los demonios personales saltan a primer plano y hacen de las suyas.
Lo cual es una pena porque, si la familia se vuelve una paradoja o un simulacro, la pertenencia a ella puede ser cuestionada.
Con sus inconvenientes, la familia es un buen invento social, no superado por ningún otro. Pero como todo, ella también está sujeta a vaivenes y altibajos que hay que enfrentar con flexibilidad (versus rigidez) y respeto (versus conductas prejuiciadas). Un abrazo.
j’ai appris un nouveau mot Weltanschauung…
Je ne connais pas l’allemand. Mais ce mot employé en philosophie et lu je ne sais plus où s’adaptait fort bien à ce que je voulais exprimer.
J’aime beaucoup ta réflexion.
Mais aussi, comme tu le dis dans ton commentaire, malheureusement toutes les familles ne sont pas un refuge. Il est des familles qu’il vaut mieux fuir, se couper pour rester en vie et garder sa sanité et un semblant de bonheur et de paix intérieure.
Il y al a famille idéale/idéalisée et l’autre…
Et il y a l’autre, la famille réelle. Chacun a la sienne. Cette expérience fait partie, façonne notre « Weltanschauung » La famille parfaite n’existe pas. Pour survivre psychologiquement et même physiquement il faut parfois s’éloigner ou se couper. Dans ce cas, c’est sûr qu’on espère trouver non pas « un semblant de bonheur et de paix intérieure » mais l’équilibre nécessaire pour mener une vie satisfaisante.