No doy dinero a la gente que encuentro en la calle. Ni a los mendigos ni a las señoras de la Cruz Roja. Si alguien hace sonar la hucha impúdicamente, acelero el paso. Reconozco, no obstante, que con el cuento de la filantropía a veces me sacan los cuartos.
Por voluntad propia no suelto un céntimo. No porque me cueste trabajo ganarlo. Supongo que el mismo que a cualquiera. No por cicatería. O porque me atenga a unos principios estrictos. Procedo así por comodidad. Para evitar familiaridades indeseadas.
5
“¿Pasa algo?” dijo la chica entornando los ojos y ladeando un poco la cabeza.
No detecté en sus palabras ni en su actitud señales de que se sintiera molesta. Su pregunta era lógica. Quería saber qué hacía allí clavado, frente a ella.
Cogí el monedero y eché un euro en la caja de cartón.
La chica me estudiaba. Pensaría que yo era un bicho raro. O alguien con intenciones deshonestas.
Ella era la más joven de los tres, de rasgos finos, delgada, bien parecida.
En mi curiosidad no había nada de indecoroso. Probablemente ella lo intuía.
Esa situación era ridícula. Mejor dicho, yo era quien estaba haciendo el ridículo.
6
“No tengo suelto” dije la próxima vez.
Mis palabras sonaban a indigna justificación. La chica no me había pedido nada. Estaba en la vía pública, con la caja de cartón a sus pies. Pero no había tendido la mano ni había hablado.
En realidad, se tomó su tiempo para levantar la vista del libro que leía. Durante un par de minutos ignoró mi presencia.
Me observó pero no críticamente. No como a un burgués arrebujado en su buen chaquetón de lana comprado en Cortefiel. No como a alguien que pretende hacer una buena obra. O rescatar a jóvenes descarriados.
La bribonería se reflejó en su cara. Me acordé de un amigo del pueblo que es un pillo redomado. Brioso, por mal nombre Perindola, reconoce que domina el arte de vivir del cuento. Su objetivo en la vida es ser feliz.
A quien cuestiona ese principio, lo tilda de hipócrita. No discuto con él sobre esto ni sobre nada, pues está dotado de una lengua viperina.
La semejanza con la chica acababa en ese aire de desafío, entreverado de insolencia en el caso de mi amigo hilandario.
7
Acabé sacando mi monedero que sólo contenía calderilla. Me daba vergüenza arrojar unos pocos céntimos en la caja de cartón. Y no estaba dispuesto a coger un billete de mi cartera. Mi esplendidez limosnera no llegaba a tanto.
Mi confusión incrementó la picardía de sus facciones. No dijo nada, manteniéndose a la espera, como una espectadora segura de que la función no la va a defraudar.
Miré en dirección al bar que hay en la esquina de la calle Condes de Bustillo. “¿Le apetece tomar un café?”.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
Me ha hecho gracia el personaje o persona de Perindola.
Dar sin ofender y sin sentirse tonto es muy difícil.
Brioso, por mal nombre Perindola, es un personaje que se ha colado de rondón en este relato que no le concernía. Él es así: entrometido.
No tengo inconveniente en ayudar a otro que lo necesite con una limosna. Pero es verdad lo que dices.
Sua escrita é sempre uma pintura, gosto muito e desejaria poder lê-la com calma em casa, mas sempre dou uma espiada porque sei que vale a pena e engrandece minha visão de literatura. Abraços!
Obrigado, Mara, pelas suas amáveis palavras.
Obrigado por dedicar a meus textos um pouco do seu tempo.
Sua visão da literatura já é grande. E sua criatividade é inegável.
A troca é mútua e benéfica para os dois.
Desejo-lhe um dia feliz
Gratíssima! Abraços !!
La actitud irreverente de la joven, a pesar de la supuesta situación de calle en la que se encuentra, es lo que precisamente inquieta al protagonista. El misterio que encierra lo atrae y por ello vuelve con ella. La propuesta para un café o da fin a todo aquello o da pie. Ya veremos.
Abrazobeso siempre cariñoso, fraterno y fiel, carus meus.
Claro, el protagonista ve que en esa joven y también en los dos casos anteriores hay algo raro, algo que no encaja. Son unos mendigos «sui generis».
Eso despierta su curiosidad. ¿Qué hay detrás de esa actitud pedigüeña? En el bar tal vez se revele ese misterio o tal vez cobre otra dimensión. Un abrazo.
mucho mejor. Café, pan no le ce mal anaie.y ves que se lo coma, de otra orma tu euo, habría ido a parar a algún desgraciado.
Gracias por tu comentario, Rubén, aunque no entiendo bien lo que dices.
El protagonista invita a un café a la joven porque quiere hablar con ella, conocerla un poco. Saludos cordiales.
Hermoso!
Me alegro de que te haya gustado. Saludos cordiales.
A lo que me refería es darle dinero a un solicitante ya sea niño o de edad avanzada y que son en realidad gente explotada por mafiosos y que es preferible comprarle un café con pan y asi estaremos seguros que el dinero ha sido bien invertido. Abzo-
Entendido. Gracias por la aclaración.
[…] Source: Soñadores (II) […]
Gracias por rebloguear. Saludos cordiales.