¿Por qué hacía tanto ruido ese maldito trasto? Un zumbido intenso perforaba los tímpanos y se clavaba en el cerebro.
“Esto parece un avión” gritó Luisa.
Pedrote sofocó una carcajada y puntualizó: “Un avión a reacción a punto de despegar”.
Carmelina, que se había tapado las orejas con las manos, no dijo nada. Se limitó a levantar la cabeza y mirar al frente.
“¡Ay, querido, esto es insoportable!” se lamentó Luisa. Y añadió: “¿Tú no tenías otro coche?”.
En efecto, ese que conducía no era el mío. “Sí” respondí. “¿Cómo?” “Que sí” “Es que no me entero”.
A través del espejo retrovisor vi a Pedrote con el índice extendido señalando a Carmelina, que había agachado la cabeza. Luisa, enternecida, le echó un brazo por encima de los hombros y exclamó: “¡La pobre!”.
Luego, separándole la mano que tenía pegada a la oreja derecha, le susurró algo. Carmelina asintió.
“¿Qué le pasa?” preguntó Pedrote. “Nada” Tras dudar un momento rectificó: “Está asustada”.
Las vibraciones del motor se habían concentrado en el volante que temblaba como un azogado. “No corras” dijo Pedrote soltando una risita de conejo.
Yo no había pisado el acelerador, pero era verdad que el coche marchaba más aprisa. Luisa, alterada, intervino también: “Te lo suplico: no hagas locuras. Más vale llegar tarde que no llegar”.
Fui a explicarles que el aumento de velocidad se debería a que estábamos bajando una cuesta. Pero una corriente de oscuridad nos envolvió y no despegué los labios.
Por más que aguzaba la vista, no distinguía siquiera el morro del seíta. Instintivamente pulsé el limpiaparabrisas. Las escobillas barrieron el cristal una y otra vez sin disipar en lo más mínimo las tinieblas.
Por fortuna, no había tráfico a esa hora. Esto me tranquilizó, pues la colisión estaba asegurada si viniese un vehículo de frente. Aunque también podía ocurrir que nos saliésemos de la carretera y nos estampásemos contra un árbol o nos despeñásemos. No hice ningún comentario. Por el silencio de mis compañeros deduje que ya estaban bastante atemorizados.
El coche mantenía un ritmo uniforme hendiendo sin esfuerzo la oscuridad. Lo que no dejaba de causarme asombro.
Conforme avanzábamos, las sombras se iban dividiendo en múltiples brazos a través de los cuales se divisaban las estrellas.
La noche tenía una tonalidad azul prusia. Las siluetas de las encinas se recortaban con la precisión de un buril.
Un profundo suspiro me indicó que también mis amigos empezaban a relajarse. Pedrote lanzó un silbido y me felicitó por mi destreza.
“No quiero ni pensar que otro banco de negrura como este se cruce en nuestro camino” dijo Luisa con la voz distorsionada por la emoción.
Era la primera vez que nos metíamos de lleno en una masa de tinieblas. Y la primera vez que aparecían en tal cantidad. Antes habíamos observado retazos de negrura enrollándose, a la manera de gigantescas serpentinas, en las ramas de los árboles. O rebosando por encima de una cerca y cubriendo parcialmente la cuneta.
Todos nos hacíamos la misma pregunta aunque ninguno se atreviese a formularla en voz alta: ¿por qué habíamos salido tan temprano?
No debía de faltar mucho para que amaneciese, pero todavía era noche cerrada.
Ante nosotros se extendía la carretera salpicada de manchas oscuras que confundí con baches. Traté, pues, de esquivarlas, pero eran tan numerosas que, con los bruscos virajes, sólo conseguí alborotar a los ocupantes del asiento trasero.
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¡Excelente! Me gusta mucho el ritmo. Y hablando de ritmos; ¿con qué periodicidad dices que lo vas a ir publicando? Un abrazo Antonio
Gracias, Álvaro. Me alegro de que esta primera entrega haya sido de tu agrado.
Cada lunes aparecerá un nuevo episodio, no sé durante cuánto tiempo, pues, aunque la novela está escrita, la iré revisando a medida que saque los capítulos, y eso supondrá cambios seguramente. Un abrazo.
Un inicio trepidante que me trae un sinfín de recuerdos de mis viajes a Galicia a bordo de un seiscientos ruidoso en compañía de mi madre, cuatro hermanos peleones y una cobaya. Y puedo dar fe de que tus descripciones son fidedignas. Has azuzado mi curiosidad, Antonio: ¿qué lleva a esas personas a embarcarse en un viaje de madrugada que presiento turbulento? Espero con impaciencia el próximo capítulo. Un abrazo.
Vaya, tus viajes a Galicia no tenían nada que envidiar a este de mis personajes a Aracena. Realmente esos viajes, reales o imaginarios, se pueden calificar de heroicos.
En este relato hay un componente, del que espero estarían ausentes tus desplazamientos a la tierra de Rosalía, onírico-surrealista. Pero no fantasioso a pesar de lo disparatado de algunos lances.
Sí, el viaje será turbulento e incluso violento. Ya ha surgido el primer contratiempo: esas compactas masas de tinieblas que han engullido al seíta. Y eso pone a prueba los nervios de cualquiera. Un abrazo.
Me gustan mucho las descripciones de ese paisaje oscuro. Son poéticas, ¿dónde irán todos esos?
Todavía es de noche. Y los personajes se topan, además, con densos bancos de tinieblas, dentro de los cuales no se ve nada. Van a Aracena. La cuestión, que no voy a desvelar, es si llegarán o no.
Me he dejado engullir por las tinieblas desde el primer momento. ¡Tienes buen pulso conductor!
Gracias, colega. Mientras no nos salgamos en una curva o nos estrellemos contra un árbol, podemos darnos por contentos.
Creo que ese banco espeso de niebla, que acentúa la oscuridad y ese temor que siempre nos representa la noche (todo se magnifica en la noche, todo pesa más de noche), es el augurio del misterio que habrá de contener la trama de esta novela.
Un inicio directo, sin preámbulos innecesarios que nos lleva a tus lectores a incrustarnos en la trama.
Como siempre, brilla tu estilo elegante y cuidado, pero que nunca artificioso, sino natural, porque sale de tu alma.
A seguir muy de cerca «Viaje a Aracena».
Y para cerrar éste, es tan cierto lo que escribes en la respuesta a uno de los comentarios: el publicar online tu escrito implica que lo estarás revisando de nuevo, y ajustándolo. El gran José Emilio Pacheco decía que nunca quedaba satisfecho al cien de sus escritos, por ello cada vez que se publicaban y reeditaban los vovlía a revisar y a corregir. Es como una forma de mantener viva la escritura.
Abrazobeso grande, cariñoso y siempre fraterno, Antonio querido.
Son tinieblas materializadas. En este viaje que los personajes emprenden antes del amanecer, el negror se condensa en un puré de guisantes, como las espesas nieblas londinenses, donde el coche se introduce, y dentro del cual no se ve ni se oye nada exterior. Los personajes están abandonados a su suerte y a sus recursos.
El inicio, en efecto, es directo. No hay introducción ni explicaciones. Ya estamos de viaje.
El libro está escrito, pero no sé cuánto tiempo me llevará su publicación. Revisaré, recortaré, no añadiré nada. La tarea de corregir deprime un poco, pero es necesaria. El objetivo es alcanzar la expresión óptima, un texto donde no falte ni sobre nada. Reconozco que tiendo a ser prolijo o, como decimos por aquí coloquialmente, a enrollarme. Un abrazo.
No lo sufras, disfruta ese proceso de edición y corrección de estilo que habrás de estar realizando sobre tu novela. Piensa que la estás hermoseando y eso, mi querido hermano, bien vale el esfuerzo. Es, por demás, fase indispensable del buen escribir y tú eres ejemplo conspicuo de esto.
Como bien explicas, esas tinieblas encierran mucho dentro.
Abrazobeso cariñoso, grande y cálido, magister carus.
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Gracias por rebloguear. Saludos cordiales.