Luisa susurró algo pero con el ruido del coche nadie se enteró de nada.
“¿Qué ha dicho?” se interesó Pedrote inclinándose sobre su vecina que lo despidió de un empujón. “No te eches encima” “Bueno, bueno” “Ni bueno ni malo”.
Luisa masculló otra frase ininteligible. “Habla más alto” dije.
Por fin, articuló con nitidez: “No tiene cabeza”. Pedrote contuvo una risotada. “¿Quién no tiene cabeza?” “El ocupante del asiento delantero” “Pero si ese asiento está vacío” objetó Carmelina.
No hice ningún comentario. Desde el principio del viaje había advertido una presencia extraña a mi lado.
La declaración de Luisa surtió efecto y Carmelina dejó de hostigarme. Pedrote se limitó a apostillar: “Si lo dices tú…”.
Nos adentrábamos en la sierra. Tuve que redoblar mi atención. A las corrientes de oscuridad había que sumar la estrechez y la sinuosidad de la carretera.
Cruzamos un pueblo con una sola calle. Delante de las casas había arriates de geranios. No soplaba una gota de aire. Dejamos atrás la iglesita rematada por una espadaña y seguimos nuestro viaje.
El zumbido del motor se intensificó cuando empezamos a subir una cuesta empinada. Al coronarla el coche mantuvo la misma aceleración pero dejó de avanzar.
“¿Qué pasa ahora?” preguntó Pedrote. Las encinas venían a nuestro encuentro y nos sobrepasaban por ambos lados. Los mandos del seíta, incluido el volante, no me respondían.
“Haz algo” dijo Luisa. Pero yo estaba hipnotizado viendo cómo, a derecha e izquierda, el campo giraba perezosamente como dos discos gigantescos.
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Buenos días, Antonio: entiendo que lo bueno, si breve, dos veces bueno, pero este capítulo se me ha hecho excesivamente corto… si te propones dosificar la tensión, he de decirte que ¡plenamente conseguido!…. Me mantengo, como los demás, a la espera del siguiente. Un abrazo.
La publicación en el blog obliga a cortar el libro por unidades homogéneas, por decirlo de algún modo. Este capítulo, en efecto, es muy corto, ni siquiera trescientas palabras. El que sigue es más largo. Si sumo los dos da una entrada excesiva. El blog tiene este inconveniente.
El libro está dividido en capítulos «normales» que estoy subdividiendo a veces desproporcionadamente.
Me satisface que la intriga se mantenga. Y también, aunque lo considero contraproducente, que esta entrada haya sabido a poco. Feliz inicio de semana. Un abrazo.
Lo comprendo perfectamente, Antonio. ¡Lo de la longitud siempre es un problema! De hecho, hay algunos relatos y artículos magníficos que, desgraciadamente, leídos en una tablet o en móvil, como cada vez es más habitual, resultan interminables. Pero es una pena tener esa limitación. ¡Buena semana para ti también!
Qué intrigante! Parece que algo malo o por lo menos de tipo sobrenatural va a ocurrir. Pero seguramente me equivoco.
El relato tiene un tono surrealista y onírico. Pero más adelante es posible que lo sobrenatural intervenga también, a lo mejor ya está actuando. No lo había pensado. Es una interpretación aceptable.
Creo que otra vez intenta despistarnos ..ya veremos.
No creas. A menudo ocurren cosas malas y a veces también sobrenaturales.
¿Recibiste mi correo electrónico? Era un comentario a tu última entrada.
Lo envié a esta dirección: tatianarad32@hotmail.es
Gracias , te envié la respuesta. Besos.
Consigues situarnos dentro del seíta (las conversaciones son ágiles) y, al mismo tiempo, nos vas mostrando el paisaje por donde transcurre la trama. La tensión se mantiene. El pasajero invisible-misterioso se manifiesta… Un abrazo Antonio.
Pues en el seíta no cabe uno más. Ya van bastante apretados. Como se meta otro, a Carmelina le da algo. Gracias por tus alentadoras palabras. Un abrazo.
La historia toma tintes surrealistas… me gusta también la dosis de intriga que le añades 🙂
Así es. Me alegro de que esta extraña historia sea de tu agrado. A ver si consigo interesarte hasta el final. Saludos cordiales.
Reblogueó esto en Ramrock's Blog.
Gracias por rebloguear. Saludos cordiales.