Otro revuelo organizó el autor de “Ficciones” cuando se le ocurrió decir que García Lorca era un poeta menor. La progresía se alzó en armas por esa blasfemia y pidió explicaciones que Borges dio en el programa de televisión española “A fondo”, donde fue entrevistado por Joaquín Soler Serrano.
¿Cómo se había atrevido a degradar a uno de los grandes mitos de este país? Ciertamente Borges no sentía admiración por este poeta que, según él, ejercía de andaluz profesional. En el plató expuso cortésmente sus razones. Estaba claro que a todo el mundo no tenía por qué gustarle García Lorca ni cualquier otro escritor. Cada cual tiene sus preferencias.
Pero Borges era ya muy conocido. Sus palabras no caían en saco roto. Haber cuestionado a uno de los intocables era, cuando menos, un gesto desafortunado. En la entrevista con Soler Serrano vemos a un Borges sonriente, amable y comunicativo que rechaza el título de “maestro” con el que el presentador quiere honrarlo. Esta imagen contrasta con la del hombre introvertido, callado y poco cariñoso que transmitió su primera mujer.
Muy suyo, demasiado inteligente para dejarse engatusar por boberías, ni para hacer el juego al pensamiento dominante, Borges se desmarcaba de las expectativas. ¿No fue eso lo que hizo cuando dijo que la democracia era un abuso de la estadística o cuando preguntó si Manuel Machado tenía un hermano? Ese mismo Borges tan crítico que nadaba a contracorriente es el mismo al que ahora sus compatriotas, y no sólo ellos, han convertido en un ostensorio al que sacan en procesión cada dos por tres.
Su nombre aparece en cualquier boca, desde la del desdichado Rodríguez Zapatero, que lo citó como uno sus escritores favoritos, a la de cualquier aspirante a la gloria literaria.
No cabe descartar que, por parte del bonaerense, hubiera una cierta complacencia en perturbar los ánimos dado el carácter chocante, por más veraces que fuesen, de sus juicios.
Sus perspicaces observaciones no se limitaban solamente a los libros y a los autores. Se extendían a numerosos campos. De España y los españoles, tema que Borges conocía de primera mano, dijo unas cuantas cosas la mar de suculentas.
Opinaba que Madrid no merecía ser la capital de España. Tendría que haberlo sido Lisboa o Barcelona, una de esas dos ciudades extranjeras. Se ve que el Madrid que vivió no fue de su agrado. Le parecía provinciano, un poblachón mesetario que uno olvida en cuanto le da la espalda.
La Puerta del Sol la encontraba deprimente. Y la Gran Vía era el decorado perfecto para un sainete. La zarzuela tampoco la tenía en mucha estima. La consideraba peor que el tango. Borges era más de milonga.
Lo anterior lo dijo un hombre que residió en España, junto con su familia, en 1919, primero en Barcelona y Palma de Mallorca. Luego en Sevilla, donde pasó el invierno, y en Madrid.
En Sevilla publicó su primer poema en la revista Grecia, que se titula “Himno del mar”. Es una composición escrita bajo la influencia de Walt Whitman. Este trabajo primerizo no se cuenta posiblemente entre los más logrados del autor. Empieza así:
Yo he ansiado un himno del mar con ritmos amplios como las olas que gritan;
Del mar cuando el sol en sus aguas cual bandera escarlata flamea;
Del mar cuando besa los pechos dorados de vírgenes playas que aguardan sedientas;
Del mar al aullar sus mesnadas, al lanzar sus blasfemias los vientos…
En este país, el 31 de diciembre de 1919, Borges inauguró su carrera con la impresión de estos versos de resonancias épicas.
A raíz de esta larga estancia, y de otras posteriores, Borges llegó a la conclusión de que le hubiese gustado ser andaluz pero no catalán. Según él, a los catalanes los odian en España y en Francia se nota rápidamente que son unos impostores.
Los acontecimientos recientes avalan ese veredicto. Sin duda los catalanes (soy consciente de que generalizo) saben cómo hacerse aborrecibles. A un amigo, del tipo de los que proclaman que son de izquierda en el mismo tono que debió utilizar Guzmán el Bueno cuando arrojó su puñal a los moros y les dijo: “Matad, si queréis, a mi hijo pero no os entregaré Tarifa”, a ese amigo le repliqué un día que lo que había que hacer era segregar a Cataluña.
Antes de su previsible alboroto añadí: “Y que juegue la liga de fútbol en Francia o en Italia. O, todavía mejor, en Polonia. Y que allí haga los negocios”.
Es lamentable la facilidad que tiene el “establishment” progre para escandalizarse cuando algo lo contraría y para chirriar en el resto de los casos. Para servir de colchón a cualquier desatino y para clamar al cielo cuando algo le desagrada.
Según este amigo la segregación era una “barbaritat”. Lo que se está viviendo desde hace años no. La “conllevancia” de que hablaba Ortega y Gasset hay que comérsela por más indigesta que sea. Hay que escuchar y tomar como una broma las palabras de ese líder independista a propósito de la diferencia genética de los catalanes, más próximos a los refinados franceses que a los ordinarios españoles. ¿Acaso piensa ese quídam que alguien quiere estar emparentado con él?
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Estoy de acuerdo con Borges en que Madrid no merece ser capital. Una capital debería tener mar o un gran río. Lisboa sería perfecta si no perteneciera a Portugal.
Nunca es fácil ir contracorriente, se agradece el pensamiento original.
A favor de la corriente sólo van los peces muertos. Remontarla, como hacen los salmones cuando van a desovar, es difícil y arriesgado.
Confieso que Madrid no me gusta mucho. Pero eso mismo puedo decir de todas las grandes ciudades. Reconozco que Lisboa tiene encanto.
Un artículo tan entretenido y didáctico como siempre, Antonio. Da gusto leerte, hables de lo que hables.Un abrazo.
Me halagas, Carmen. Y me alegro de que el artículo, cuyo final publicaré la próxima semana, te parezca entretenido y didáctico. Un artículo en el que también expongo opiniones personales. Un abrazo.
El problema es que nosotros olvidamos que por más que sábía e inteligente sea una persona pública , se queda un ser humano como los demas , con sus faltas , sus própios gustos, intereses etc. etc. Tanto nos gusta crear a los ídolos que nos digan como vivir y cuando no se coincide con los tópicos sociales le culpan en todos los pecados. Nadie puede agradar a todo el mundo. Me gusta tu Borges.
Eso lo tengo claro. Detrás de cada personaje público (escritor, músico, actor, político…) hay siempre un hombre o una mujer de carne y hueso. Un ser humano no libre de miserias. Cela era un trabucaire, Juan Ramón Jiménez un neurótico, Proust otro, Dostoievski un hombre atormentado y morboso (este fue el adjetivo que empleaste). No pongo en duda nada de eso.
En el fango crece el loto, que es una hermosa flor. Convivir con esas personas (o con nosotros) habría sido difícil. Pero su producción artística es de primer orden, nos descubre a nosotros mismo, nos fecunda, nos abre nuevos horizontes. Por eso les estoy agradecido.
Es exacto lo que dices: mi Borges. Pero que conste que lo he creado con datos objetivos, con declaraciones suyas,con aportaciones de estudioso de su vida y de su obra. Un abrazo.
Reblogueó esto en Ramrock's Blog.
Gracias por rebloguear. Saludos cordiales.
El texto es harto disfrutable, querido Antonio. Finalmente, la opinión de Borges es su visión de acontecimientos y de las personas que los han realizado, pero nunca de los nuncas dijo que él tenía la razón única y que todos debían pensar como él. Ni siquiera compartía sus ideas en tono tajante. Es cuestión de libertades, pero la necesidad humana de entronizar a personajes es irremediable, y cuando se les toca…
Uno de los comentarios qque ha fomentado tu posteo me ha hecho detenerme un momento y me ha hecho, más que reflexionar, preguntarme: ¿Será acaso que quienes creamos arte lo hacemos como una forma de sublimar nuestra miseria, más o menos miserable, humana y buscar salir de ella aunque sea por un momento? Son tan poquísimos los creadores artísticos que juntan o han juntado una naturaleza humana noble con un genio grande. Bach fue ejemplo conspicuo de ello: hombre de profunda espiritualidad y noble naturaleza, y un creador musical de profundo espíritu, como que su obra sigue sobrecogiéndonos tres siglos después.
Abrazobeso cariñosamente fraterno.
Borges, a mi entender, era una persona razonable e independiente, en absoluto dada a imposiciones. Yo lo encuentro respetuosamente distante y, desde luego, al margen de todos o casi todos los acontecimientos políticos de su país y de su tiempo. No era autoritario y no comulgaba con ruedas de molino, fuera cual fuese su tamaño. Era, como digo en el modesto perfil que trazo, «muy suyo».
La entronización que ha sufrido, y este es el verbo que conviene, es monstruosa. Cualquiera, sin conocerlo demasiado, se lo apropia. Los dioses se la han jugado.
Pienso que quienes creamos arte buscamos y damos una respuesta. Esta actitud, por lo demás, creo, es general, en unos consciente e inconsciente en la mayoría.
En el caso del artista es también una necesidad perentoria que somete a la disciplina de su arte (literatura, música, danza…).
Los grandes artistas son seres humanos. Todos lo somos. No somos tan diferentes unos de otros (me refiero a los genios de los simples mortales).
O destacan en su especialidad (Borges) o en su vida (Wilde, que también fue puntero en su arte, y cuya vida, como sabemos, se le fue de las manos y pasó no pocas penalidades).
Quizá Bach sea el ejemplo perfecto en que se aúna arte y vida. Buen fin de semana. Un abrazo.
En efecto, Borges se ha convertido en un personaje de bronce. Él estaría indignado.
Mejor fin de semana para ti y cariñoso abrazobeso, frater.
En mi opinión el Borges más atractivo sale a la luz cuando introduce lo mundano en su juego a ser dios. Por otro lado, muchas de sus boutades no dejan de ser producto de sus complejos, que como todo humano también los tenía, pero que él trataba de disfrazar para no desacreditar a su ego.
En cuanto a la entrada, creo que has recogido algunos de sus más conocidos exabruptos pero le sobra la extensión sobre los catalanes, una breve mención a modo de ejemplo habría proporcionado más empaque al artículo.
Un saludo.
En sus salidas de tono es donde Borges le ajusta las cuentas a lo mundano, donde brilla su malignidad. Muchas de sus «boutades» me resultaban irritantes, hasta que, pasado el tiempo, me percaté de su perspicacia. También es perspicaz tu visión de Borges. En cualquier caso, ha escrito relatos memorables, relatos que son novelas condensadas (como «Funes el memorioso») y poemas en los que se aúnan la belleza y la verdad (es mi Borges favorito).
En cuanto a esta entrada, está claro que hice una concesión a la matraca del momento. La pluma, igual que la boca, se calienta. El tema era el Borges irreverente a quien la palabra «pesadilla» le parecía ridícula. Sus rimas también lo son: pescadilla, chiquilla, rabadilla…). Él prefería su equivalente francés, «cauchemar», e inglés, «nightmare». Así de culto era él.
Gracias por tu comentario y por tu apreciación crítica. Saludos cordiales.