225.-En el último té estuvo dando la matraca con uno de sus temas preferidos. Fijaciones, los llama Emma. En este caso una particularmente irritante ya de por sí y más en su boca: la revolución.
“Es cuando menos chocante que ella, que vive como una reina, que se permite todos los caprichos, entre los que se cuenta vestir en Versace, y que, como dicen en tu pueblo, no tiene atadero ni por el pescuezo, o sea, que hace su santa voluntad, se ponga a perorar sobre la necesidad de poner patas arriba el “establishment”. Ayer tarde nos dio la murga bien dada. De cada cinco palabras una era revolución” “Hace bonito y si nadie se atreve a piar, queda como una jequesa” “¿No se dice jequeresa?” “Como se diga”.
“En cualquier caso, pronunciar esos sermones a la hora del té, ante nosotras, todas tan elegantes y perfumadas, está fuera de lugar” “Seguramente más de una la escuchaba embelesada. Fuencisla –así se llama la insurrecta de salón que es de Segovia – tiene gancho”
“Podía ahorrarse la impostura” “No negarás que distrae a la concurrencia y anima las reuniones” “Zumbón te veo ¿Qué es para ti la revolución?” “Uno de los nombre de Dios, como el Altísimo, el Misericordioso, el Omnipotente. O uno de sus atributos, como la justicia, la bondad o el amor”.
“¿Y la revolución permanente de la que Fuencisla, ferviente admiradora de Moustaki en su juventud, también nos administró una generosa dosis?” “Siempre me ha parecido un misterio, como el de la Santa Trinidad”.
“Ahora va a resultar que mi amiga no es una revolucionaria sino una mística” “No es más que una vividora, una chica de buena familia a la que nunca le ha faltado de nada, mejor dicho, a la que le ha sobrado de todo, aquejada de mala conciencia que compensa o trata de neutralizar con esos arrebatos políticos”.
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Uno de los nombres de Dios. No lo había oido nunca, y me suena a todo, desde irreverente hasta surrealista. No sé si se puede ir más lejos. Me siento pequeño. Un abrazo grande, Antonio.
Irreverente, en efecto, pero no en el sentido religioso. Y surrealista es la actitud de Fuencisla y la de todos los que se atienen a su pauta de conducta.
Eres generoso, Eladio, pero no pequeño. Un abrazo.
El día que se den cuenta (quizás nunca) que la revolución se hace desde tu interior… ese día dejaran de tomar té y hablar de «la revolución».
Por supuesto, Manuel. La revolución se hace desde dentro o sencillamente dentro.
Entiendo que la revolución es entregarse a los demás y no cogerlos por las orejas para que hagan lo que yo quiera.
«Insurrecta de salón», buena definición.
A más de una he conocido a lo largo de los años. El discursito por un lado y la gran vida por el otro.