Él niega que su condición de hijo de madre soltera, que además murió prematuramente, y su crianza en un orfanato del estado tengan algo que ver con su nihilismo, con su filosofía encaminada, según afirma con voz opacada por la vejez, a abrir los ojos de los hombres, a proporcionarles una lucidez insobornable contra la que se estrellen religiones, ideologías, tradiciones, historia, metahistoria y todo lo que el ser humano ha concebido desde el principio de los tiempos para encontrar un sentido a lo que no lo tiene: la vida.
En aquel tiempo y en su pueblo ser un bastardo era una pesada carga. Para nada un destino envidiable, para nada ni para nadie. Y menos para él que era un niño de afinada sensibilidad y de inteligencia fuera de lo común.
Su madre fue una muchacha que tuvo un desliz. Ni siquiera puede decirse que errara en sus cálculos. Era joven y se enamoró. Pero el tunante se quitó de en medio. Emigró al norte en busca de trabajo. Y ella nunca más supo de él.
Cuando su madre, que era de salud endeble y que trabajaba demasiado en el campo y en el servicio doméstico, no pudo sobreponerse a una afección de pecho y falleció, sus abuelos se apresuraron a buscar una institución que lo acogiera. Eran pobres y no estaban dispuestos a cargar con la falta de su hija. Al principio iban a ver a Fidel de vez en cuando. Luego las visitas se hicieron anuales. Y finalmente dejaron de ir. El niño no iba tampoco al pueblo. Más tarde pasó a otro pensionado donde cursó estudios secundarios. Y cuando hizo la carrera, siempre con becas, a una residencia en la capital. Él era un chico con una capacidad intelectual que asombraba o asustaba a sus profesores. Una capacidad que era considerada un don del cielo, lo que sin duda era, y una gran suerte, lo que era discutible. Quizá si hubiese sido menos listo, habría sido más feliz. De todas formas, Fidel siempre despreció la felicidad que equiparaba a una trampa, a un embeleco, a un espejismo.
La disociación que él ha establecido entre su propia existencia, a la que no tiene cariño, y su filosofía es total. Él rechaza cualquier relación entre ambas, aunque para un observador ecuánime los vasos comunicantes son evidentes. Si alguien señala esa interacción, Fidel ríe forzadamente y hace un gesto de descalificación con la mano. Si además se pone a argumentar, es harto probable que el impertinente salga convencido de su simpleza, pues Fidel, sin alterarse, con engañosa mansedumbre, con su hablar fluido, con su saber enciclopédico y su anecdotario inagotable, le canta las cuarenta al diablo y este sale corrido.
Su filosofía, que él no llama así, sino pensamientos, divagaciones, quisicosas, es de una ferocidad que, salvo a sus seguidores, que lo adoran como a un dios, pone los pelos de punta. Pero él no pretende acongojar al prójimo con sus meras constataciones. Si se las rebaten, él está dispuesto a rectificar. Hasta ahora nadie ha logrado hacerlo retroceder un ápice en sus posiciones.
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Supongo que nuestra manera de ver y entender el mundo tiene bastante que ver con lo que vivimos durante nuestros primeros años.
Me ha caído bien Fidel.
Fichte dijo: «Qué clase de filosofía se elige, depende de qué clase de hombre se es». No tengo la menor duda al respecto. Negar esa realidad es negarse a uno mismo como hijo. Y todos lo somos, nos guste o no nuestra filiación.
¿somos una consecuencia de nuestras circunstancias? O por el contrario provocamos estas porque somos. No sé… La verdad es que tiene buena pinta este Fidel…
Un abrazo Antonio
Según Ortega y Gasset somos nosotros y nuestras circunstancias. Creo que lo que prevalece es es el carácter (el yo). Si eres violento, tus respuestas lo serán también. Si eres pacífico, no. Estamos hablando de la misma situación y de una historia personal similar.
Fidel adopta una filosofía nihilista pero no tiene por qué ser así. El decorado está puesto. Ahora bien, somo nosotros quienes decidimos la actuación (o la no actuación). Otro abrazo.
Aja…¿existe algun prototipo de Fidel, una persona real o es un personaje totalmente ficticio ? Bueno, aunque autor escriba una ficción total , siempre escribe de si mismo . Quiere o no lo quiere pero su personalidad, su forma de ser, su naturaleza se refleja en sus personajes. Será la continuación..¿ verdad ? Pues ya, has intrigado a todos. Un abrazo.
Fidel es un ente de ficción, pero siempre hay referentes literarios y reales con los que se construye el personaje. No hay un modelo concreto. Tampoco hablo de mí mismo, no desde luego directamente (de forma autobiográfica).
Es verdad que el autor está presente en su obra (elección y desarrollo del tema, estilo, tics, etc.). Está presente, como bien indicas, aunque declare que se trata de una ficción total. La sangre del escritor corre por sus venas y por sus textos.
He dividido este relato largo en cuatro partes para su publicación en el blog. La segunda entrega será mañana miércoles y las dos restantes la semana que viene. Un abrazo.
Pertubardor relato, por cuanto implica y contiene. Si bien, desarrollas en él una serie de reflexiones importantes a cual más, me quedo por el momento con ésta:
«Quizá si hubiese sido menos listo, habría sido más feliz.»
Es tan cierta como que nuestro sol llegará a su muerte en algún tiempo futuro y todo lo que hasta ahora conocemos como nuestro cosmos inmediato dejará de ser.
Es real, saber y saber con inteligencia cobra el precio de la felicidad.
En espera de la continuación de la historia de Fidel (nombre que para mí evidencia el contraste con el pensar y sentir de su portador).
Abrazobeso enorme, cariñoso y siempre fiel y fraternal.
Este relato es el estudio de un personaje, de su comportamiento, de su filosofía, de en qué se sustenta su vida más allá de las racionalizaciones y rencores que a todos nos aquejan.
Es además un hombre fuera de lo común desde el punto de vista mental. Y esa capacidad puede empeorar la situación. El intelecto es un arma de doble filo. Un abrazo.
Lo has dicho bien: «el intelecto es un arma de doble filo.»
Abrazobeso con cariño fraterno, carus Antonius.