Al igual que en la primera parte, en la segunda casi cada capítulo empieza con la correspondiente digresión a propósito de las mujeres, el amor, el matrimonio, la justicia…, e incluso lo invierte prácticamente completo en el desarrollo de uno de esos temas.
Estas largas elucubraciones que lastran el relato, ofrecen perspicaces apuntes sociales y psicológicos de innegable vigencia. La naturaleza humana es la misma entonces y ahora.
El tono didáctico y moralizante, que puede repeler, está justificado en parte por el hecho de que es el protagonista quien cuenta los vaivenes de su vida, la cual dista de ser ejemplar. Pero él se atreve a contarla.
En los últimos capítulos la novela gana en agilidad. Son los concernientes a los dos casamientos de Guzmán, su regreso a Sevilla, su condena a galeras y su liberación en un estado de ánimo que, tras las rigurosas penalidades sufridas, hace suponer un cambio de vida.
Pautas de Guzmán a la hora de actuar:
“Y porque quien da más voces tiene más justicia y vence las más veces con ellas, yo daba tantas que no le dejaba hablar y, si hablaba, que no le oyesen (…).”
“No le dejé hacer baza; quise ganar por la mano acreditando mi mentira porque no encaje su verdad. Que el oído del hombre, contrayendo matrimonio de presente con la primera palabra que le dan, tarde la repudia, con ella se queda. Son las demás concubinas, van de paso, no se asientan”.
A propósito de la riqueza:
“Que ninguno se afrente de tener por pariente a un rico, aunque sea vicioso. Todos huyen del virtuoso si hiede a pobre. La riqueza es como el fuego que, aunque asiste en lugar diferente, cuantos a él se acercan se calientan, aunque no saquen brasa, y a más fuego más calor”.
“Digo que tener compadres escribanos es conforme al dinero con que cada uno pleitea; que en robar a ojos vistas tienen algunos el alma de gitano y harán de la justicia el juego de pasa pasa, poniéndola en el lugar que se les antojare, sin que las partes lo puedan impedir ni los letrados lo sepan defender ni el juez juzgar”.
La filosofía desengañada del pícaro:
“Mira, hermano, que se acaba la farsa y eres lo que yo y todos somos uno. Así se avientan algunos como si en su vientre pudiesen sorber la mar y se divierten como si fuesen eternos y se entronizan como si la muerte no los hubiese de humillar”.
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Por eso los clásicos nunca pasan de moda, porque tratan sobre la condición humana.
El último entrecomillado es el que más me ha gustado.
La lectura del Guzmán de Alfarache es un tanto trabajosa. Pero cuando se releen algunos pasajes, se percata uno de la actualidad de lo expuesto.
El último párrafo es un resumen de la filosofía imperante en la época, no sólo de la del pícaro. Es la visión barroca de la vida, dominada por la conciencia de la fugacidad del tiempo y de la vanidad de las acciones humanas.
se divierten como si fuesen eternos y se entronizan como si la muerte no los hubiese de humillar”….No cambia nada , por lo menos hasta ahora.
La filosofía del pícaro es realista al máximo. Guzmán, Lazarillo, don Pablos o la misma Celestina han vivido y visto demasiado para hacerse ilusiones sobre la condición humana, que no ha cambiado desde entonces y, presumiblemente, no cambiará.