Los muchachos fueron metiéndose en la caldera que los vomitaba más o menos de prisa. En sus caras se pintaba el miedo que les producía el agua borboteante. Miedo que se convertía en pavor cuando el baño se alargaba más de la cuenta.
No hubo aprendiz que permaneciese más de cinco minutos en la marmita hasta que le llegó el turno a Roque.
Desde el escabel, antes de zambullirse, miró a su alrededor con jactancia. Él no estaba azorado.
Dio un salto y se hundió en el agua que empezó a bullir ruidosamente. En su agitada superficie se formaron olas que se estrellaban contra el muchacho manchándolo de negro.
Sus ojos se vaciaron y por las dos aberturas se vislumbraba su interior surcado de tinieblas. Incluso algunos creyeron ver diablillos rojos armados de tridentes.
En el taller se organizó un formidable revuelo. Las cadenas que colgaban de las paredes interiores de la chimenea, retemblaban. Las herramientas, atacadas del mal de San Vito, bailaban.
Las asas de una de las calderas se convirtieron en manos que empezaron a aplaudir. Los muchachos se replegaron instintivamente.
Una segunda caldera colgada de un gancho se dejó caer con estruendo y empezó a dar volteretas hasta quedar completamente abollada.
Una tercera con patas se puso a correr de aquí para allá chocando con lo que encontraba a su paso.
Los cacharros del taller fueron cobrando vida y uniéndose a la fiesta. Ollas, alcuzas, peroles formaron un semicírculo frente a la chimenea, peleándose entre sí para ponerse en primera fila. Ninguno quería perderse el espectáculo.
Gregor, cuyas venillas varicosas resaltaban violáceas en su prominente nariz, empuñó su vara e intervino.
Apartando sin contemplaciones los cacharros que alborotaban a más y mejor, sin dudarlo un momento, le arrancó una de las patas de un bastonazo a la caldera, que perdió el equilibrio y vertió su contenido en el hogar.
Los ayudantes, que se habían puesto guantes y delantales de cuero, rescataron a Roque.
Las aguas del color de la tinta se espesaban a medida que se alejaban. Cuando detuvieron su avance, empezaron a burbujear primero y a humear a continuación.
Por último, ese alquitrán acabó descomponiéndose en un fiemo pestilente.
Espero tus relatos, igual que cuando éramos pequeños esperábamos escuchar las novelas por la radio con nuestra madre.
Me encanta Antonio!!
Las radionovelas. Bonito recuerdo. Entonces eran un acontecimiento diario. A mi madre le gustaban mucho. Las escuchaba mientras cosía o hacía punto. Y mucho me ha gustado tu comparación. Esta es una buena forma de empezar la semana. Que la aproveches y la disfrutes. Gracias.
Yo guardo esos recuerdos de la infancia, mi madre cosiendo, el aroma a café y la radionovela.
Qué recuerdos tan gratos!!
Entonces eran casi la única distracción. A mi abuela le gustaba una llamada «Lucecita».
Ahora hay de tanto por todos lados que estamos desbordados.
Pero aquí vengo a leer las peripecias de Edu.
Buena semana!!
Bienvenida eres. «Lucecita» fue un auténtico fenómeno sociológico. No creo que ninguna serie televisiva actual ni ninguna novela haya logrado alcanzar la repercusión de aquel drama. Que la fuerza nos acompañe.
Antonio, ya voy por aquí. Quería preguntarte una cosa, ¿te gusta la literatura fantástica? Como ya te dije, me recuerda a las aventuras de este género y me está recordando, en el muy buen sentido, a la saga de The Witcher que me estoy leyendo también. En aspectos de la preparación de los aprendices, etc.
De «The Witcher» he visto algunos capítulos de la serie televisiva. Hay patrones que se repiten en este tipo de literatura (aprendices, maestros, búsqueda, pruebas, la presencia del mal…). No soy un lector de literatura fantástica, pero sí hay un ciclo que me gustó mucho: «El Señor de los Anillos» de Tolkien, tanto los libros como las películas. De alguna forma, no directamente, esas historias ambientadas en la Tierra Media fueron un acicate y un referente cuando escribí «Peripecias de Edu». Un abrazo.
Yo también soy una admiradora de Tolkien, de verdad. Me alegro de tener este lugar común contigo. Un abrazo.
Ignoro por qué razón había dos comentarios tuyos en «spam», este y otro a Peripecias de Edu – 3. WordPress sabrá. Los recupero. Un abrazo.
Ah, me alegro… Creí que mi comentario no era acertado 😉… (es broma) Muchas gracias, Antonio. Un abrazo.