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Pequeños poemas (IV)

10
De vuelta a casa
Por las calles vacías
Con tu recuerdo
Con mi agonía

11
El bar lleno de gente
Cristales empañados
Llovizna persistente

12
Te lo diré con el agua
Te lo diré con el viento
Pero no con las palabras

 

 

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Souvenirs. Giraldas de calamina dorada y plateada. Giraldas luminosas. Giraldas musicales. Repiqueteantes castañuelas. Abanicos pintados a mano. Guitarras flamencas. Mantones de Manila con bordados de flores rojas sobre fondo negro. De flores azules sobre fondo crema. De seda natural. De color albaricoque. De color hierbabuena. Relojes con imágenes típicas de la ciudad. Tic-tac, tic-tac. ¿Qué hora es? ¿Y esa música pachanguera? Máquinas tragaperras. Introduzca una moneda por la ranura. Pulse el botón correspondiente…y nada. Mucho ruido y ni una nuez. Repita su suerte. Al cliente le entran ganas de dar una patada al aparato. Disparata por lo bajo. La diosa Fortuna siempre tan esquiva. Pero el hombre culpa a la máquina. El vigilante con guardapolvo gris también se ha dado cuenta de ese conato de agresión y se acerca para intervenir en caso de malos tratos e insultos. No es su día, amigo. Y ese engendro del diablo se pone a canturrear como si tal cosa. Como si no lo estuviera desplumando. El primo duda, rebusca en los bolsillos, saca la cartera. ¿Me cambia este billete? El vicio lo domina. Coloca una mano en la parte superior de la máquina. Introduce-pulsa-espera. ¡Premio! El escándalo que organiza la condenada porque tiene que aflojar la mosca. Lo pregona a los cuatro vientos. Que todo el mundo se entere. Después se escucha el tintineo de las monedas. El hombre pasa la mano por la bandeja y mira con desprecio a la tragaperras. ¿No le da vergüenza montar ese número por esta miseria? Sigo andando con la cabeza vuelta hacia el salón de juego y tropiezo con una jamona que avanza con la cabeza vuelta hacia la administración de lotería. Perdón. Tenga cuidado, joven. Lo siento. ¡Me ha pisado! exclama iracunda. Me disculpo de nuevo. Me alejo mientras ella masculla: no hay respeto ni educación. Ella iba también distraída. Por eso hemos chocado. Con su tonelaje. Una apisonadora de limitada maniobrabilidad. La reina de las ballenas. Sigue parada. Es increíble. Acercarme. Interesarme. Besarla en los mofletes. Me abofetearía. Echarle el brazo por sus carnosos y redondeados hombros. Pelillos a la mar. Voltearía el bolso y me golpearía con él. Pellizcarle la papada con cariño. Darle un mordisquito en el lóbulo de la oreja. Una colleja en el cogote. Alborotarle el peinado. Esa torre cónica perfectamente moldeada. Conseguir que le dé un soponcio. Un telele. Un patatús. Asunto concluido. Seguir andando. Espacios abiertos. Agorafobia. Escabullirme. Irme. Por la tangente. Prófugo. Cimarrón. Plaza de las Banderas. Atravesarla sin prisa. A la sombra de los naranjos. Adentrarme en la Judería. Enfilar sus calles: Agua, Vida, Gloria, Aire…Recorrerlas. Vagamundear.

 

 

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