
El psicólogo era un señor de cabeza oval y cara de empollón. Después de indicarme, con un movimiento de la mano, que me sentara en el sillón situado al otro lado de la mesa, justo en frente del suyo, me agasajó con lo que identifiqué con una sonrisa. A decir verdad, un leve estiramiento de labios.
Los primeros momentos de la entrevista los invertimos en estudiarnos mutuamente. Me chocó su aire de suficiencia. Sus gestos eran demasiado mesurados para ser naturales.
Según Jorge, era una eminencia en su oficio.
Tras anotar en un folio mis datos personales, me hizo dos o tres preguntas que nada tenían que ver con el objeto de mi visita, encaminadas, supongo, a crear un clima de confianza.
Con regularidad apoyaba el dedo índice de su mano izquierda en el puente de las gafas, que le resbalaban por la nariz, para colocarlas en su sitio. No tenía acento andaluz. Esto fue lo primero que dije por iniciativa propia.
Sonrió o estiró los labios y explicó que había nacido y estudiado en Madrid, pero llevaba viviendo en Sevilla mucho tiempo. De hecho, me aclaró, se consideraba más sevillano que madrileño.
Luego carraspeó y me comunicó que podía fumar si lo deseaba. Saqué mi paquete de cigarrillos y encendí uno. Él se cruzó de brazos.
Me había llegado el turno. No sabía por dónde empezar. Viendo mi apuro, al tiempo que encogía la nariz para evitar el deslizamiento de las gafas, aunque al final tuvo que recurrir al socorrido dedo índice, vino en mi ayuda: “Y bueno, ¿cuál es tu problema? ¿qué te pasa? Te escucho”.
Le dije que me negaba en redondo a proseguir mis estudios. “¿Y eso por qué?”. Me puse a hablar. De vez en cuando él hacía una anotación en el folio.
Así transcurrió la primera sesión. Amablemente, se puso en pie y me acompañó hasta la puerta de su despacho. Pude comprobar entonces lo bajo que era.
En el taxi, de vuelta a casa, me distraje contemplando los campos arados, que formaban un gigantesco damero ondulado.
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In illo tempore (XXI)
Posted in In illo tempore, tagged el psicólogo, Jorge on septiembre 6, 2011| 2 Comments »
In illo tempore (XIX)
Posted in In illo tempore, tagged el psicólogo, Jorge, mi madre, mi padre, Sevilla, taxi on agosto 26, 2011| Leave a Comment »

Dadas las circunstancias, pensaron en la conveniencia de que fuera a ver un psicólogo.
Jorge, como siempre, se las arregló para facilitar las cosas. También se encargó de escoger al especialista y de concertar la cita.
Tanta solicitud me hacía sentir incómodo. Por supuesto, iría a la consulta del psicólogo. No quería echar leña al fuego.
Lo que rechacé fue que alguien me acompañara. Les había asegurado que iría a ver a ese señor, que le contaría lo que hiciera falta, que no tenían por qué preocuparse.
Eran los primeros tiempos. Posteriormente su actitud evolucionaría hacia la indiferencia mezclada con la resignación. Incluso hacia una cierta tolerancia.
En el último momento mi madre se empeñó en venir conmigo. Pero eso no era lo que habíamos hablado.
Habíamos acordado que yo iría solo. No necesitaba ningún lazarillo que me guiase.
Jorge y mis padres dijeron que eso no era lo que ellos habían entendido.
Trataron de explicarse. Hilvanaron algunas frases que no llegué a oír porque me dio un ataque de risa.
Mi padre se tomó mi risa como un insulto. Es posible que mi reacción no viniese a cuento. Pero aquella farsa me resultaba tan cómica que no pude contenerme.
Mi madre estaba consternada. A sus ojos esa explosión de hilaridad era injustificada e irrespetuosa.
Al final propusieron una solución de compromiso: llamar a un taxi para que me llevase y me trajese de Sevilla.
Durante el viaje tuve que contenerme para no soltar nuevas carcajadas, de las que mi familia habría tenido puntual información a través de taxista.
In illo tempore (XVI)
Posted in In illo tempore, tagged Jorge on agosto 16, 2011| Leave a Comment »

No tenía nada que decir. Nada me atraía hasta el punto de hacer que cambiara de actitud. Asi que callaba y no me oponía a las ocurrencias de unos y otros.
Era más fácil asentir (bastaba un simple movimiento de cabeza) que tratar de convencer a mi padre, a Jorge o al amigo de turno que hubiesen sobornado para que hablase conmigo, de que al mayor servicio que podían prestarme era no inmiscuirse en mi vida.
Aunque no lo sospechasen, yo era consciente del peligro que corría. Un peligro en cuyo menosprecio encontraba una forma espuria de placer.
No había en mí ningún sentimiento de orgullo o soberbia. Ningún destello luciferino. Ello hubiese implicado un espíritu de lucha del que carecía.
Iba quemando mis naves una a una. Mejor dicho, miraba cómo ardían sin mover un solo dedo.
O tal vez iba soltando las amarras que me unían a un puerto resguardado de los huracanes y las tempestades.
Si persistía, el barco sería pronto un punto en la raya del horizonte. Un juguete de las corrientes marinas que lo arrojarían desarbolado en cualquier playa sin nombre.
El peligro a que me enfrentaba era de signo distinto al que ellos imaginaban.
Para poner en pie este embrollo necesitaba tiempo.
Así que haría lo que me mandasen con tal de que me dejasen tranquilo.
In illo tempore (XIII)
Posted in In illo tempore, tagged Jorge on julio 27, 2011| 3 Comments »
No me comportaba como los demás. He aquí la prueba palmaria de que algo no andaba bien.
Algunos hechos corroboraban este juicio. El primero de ellos, mi negativa a seguir estudiando. Con el agravante de que era un alumno aplicado. No había nada que justificase mi abandono de los libros. Mi determinación era incomprensible.
Si hubiese presentado una alternativa, aun refunfuñando, se habrían dado por satisfechos. Se habrían podido decir a sí mismos y habrían podido decir a los demás: “Se niega a seguir estudiando, fijaos qué pena. Quiere hacer tal cosa o tal otra”.
Pero yo no me había tomado siquiera la molestia de buscar un subterfugio. No me había servido de ningún argumento para legitimar mi decisión. Me sustraía de entrada a cualquier escaramuza dialéctica.
Mi actitud corría el riesgo de ser entendida como una vulgar provocación.
La intervención de Jorge fue capital. Más tarde supe que logró convencer a mis padres de que se trataba de una “crisis propia de la edad”.
No creo que mi madre se tragase ese cuento. Pero eso era mejor que nada.
Reconozco que, gracias a esa “crisis de personalidad”, conseguí lo que más anhelaba en esos momentos: una tregua.
In illo tempore (VII)
Posted in In illo tempore, tagged Jorge, Paseo de las Acacias, plaza Francisca on junio 27, 2011| Leave a Comment »

Tenía la impresión de haber abandonado toda actividad, excepto las clases de solfeo, desde hacía mucho tiempo.
Jorge había dicho: “No es conveniente que permanezca cruzado de brazos”. Por eso iba a las clases, pero sin entusiasmo.
Me gustaba andar. Al anochecer, cogía el método y me dirigía a casa del profesor.
Salía media hora antes y daba un rodeo por el Paseo de las Acacias. Fue un invierno frío y lluvioso. A las ocho no había nadie en las calles.
Por el camino me demoraba mirando los árboles. Si disponía de suficiente tiempo, me paraba y observaba cómo las gotas de agua caían de las hojas. Cómo resbalaban y se precipitaban al vacío.
Las gotas de agua en las hojas de los rosales. Las gotas de agua internándose en los setos de tuya que rodean los bancos de la plaza Francisca. Las gotas de agua deslizándose por el granito pulido de la fuente.
Y así hasta que comprobaba que sólo faltaban cinco minutos. O hasta que un viandante me miraba extrañado. Trataba entonces de disimular y cruzaba la plaza, enfilando una callejuela que hacía aún más amplio mi rodeo.
