19.-Si uno trata de adaptarse a esquemas, expectativas o ideas preconcebidas, si uno se fija una meta, es probable que sobrevenga el bloqueo. Todas esas barreras ahogan la creatividad que tiende a aflorar espontáneamente, a seguir su propio curso. Esto no significa que no se pueda tener un plan de trabajo. Pero el quid está en dejarse llevar por el propio estro. El salto al vacío de la creación da miedo. La hoja en blanco produce ansiedad. Por eso nos proveemos de las redes teóricas o ideológicas. Pero es el instinto el que nos libra del peor batacazo: la esterilidad.
Los impulsos interiores son los que marcan el camino, y los que dotan de autenticidad al trabajo literario.
Aunque se puede escribir al servicio de una causa, la literatura está centrada en el individuo, cuyas experiencias pasadas por el tamiz de la escritura se convierten en un producto artístico.
Uno no elige siquiera lo que tiene que escribir. Es lo contrario. Los temas vienen a tu encuentro, solicitan tu atención. Y es a ésos y no a otros a los que debes acoger y servir de cauce de expresión. Se escribe lo que hay que escribir.
Lo anterior está en la línea de los seis personajes en busca de autor. Esos seis infortunados tienen vida propia y están buscando a alguien que los presente al mundo. Pirandello comprende que no puede rechazar su petición, desoír una llamada más veraz que las historias con las que él aflige a sus espectadores.
En esta obra de teatro se expone la paradoja de que no es el autor quien crea a los personajes, sino éstos quienes se imponen a aquel, y de esta forma lo modelan, lo enriquecen, lo crean.
Los impulsos interiores antes citados se comportan como los personajes del dramaturgo italiano. Pero esos impulsos hay que trabajarlos para convertirlos en materia literaria. Y lo mismo hay que hacer con los estímulos exteriores.
18.-A la hora de narrar hay dos posibilidades que no son excluyentes. Una es el relato descriptivo, el abordaje exterior. La otra es la reelaboración interna que implica vivenciar los hechos.
El periodismo puede tener una gran calidad, pero la producción literaria es otra actividad en la que se ha desarrollado un proceso de interiorización y de transformación. Dicho proceso está diluido en el conjunto de la obra. Es la forma en que el autor está presente en ella. Cervantes en el Quijote o Dante en “La divina comedia”.
Pero estos libros han trascendido la anécdota o las motivaciones personales e interesan por ellos mismos, por su valor intrínseco que no sólo nos descubre una época sino a nosotros mismos.
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