En Las Hilandarias, un pueblo ficticio de Andalucía Occidental, Lucrecia y la Rata Gris miden sus fuerzas en un combate singular. Otros personajes (Tomasa, Jardincito, el Muecas, Isco y la Filósofa, entre otros), que toman partido por una de las dos contendientes, participan en el desarrollo de esta historia cuyo desenlace trágico está cantado.
“Lucrecia y la rata” es una reflexión bienhumorada sobre el ser humano, contada en clave de fábula.
La obra empieza así:
Anochecía. La rata asomó el hocico por entre las dos macetas agrietadas tras las que se camuflaba el agujero por donde había salido. Era una temeridad. Ni siquiera ella misma sabía por qué se arriesgaba tan tontamente. Los recientes acontecimientos deberían haberla persuadido de una vez por todas de que no valía la pena volver a ese lugar. En ese sentido, más que rata era burra. Ella no tenía hogar; a lo mejor alguna vez lo había tenido o creído tener, pero estaba fuera de duda que aquel corral no lo era.
¿Se trataba entonces de una mera costumbre que se resistía a abandonar? Estaba vieja y con los años aumentaba el apego a la rutina. Arrugó el morro y pensó que esa era una buena explicación para un humano. O, como mucho, para los conejos. E igual que a estos le iba a pasar a ella si seguía persistiendo. Le habían contado (ella no había puesto nunca los pies en el campo propiamente dicho) que estos animales iban a excretar siempre al mismo sitio. Algo que de puro estúpido resultaba increíble. Esta fijación los convertía en presa fácil. El cazador los esperaba agazapado y, a la hora en que iban a hacer sus necesidades, una perdigonada los tumbaba en mitad de sus cagarrutas. La verdad es que no podía concebirse una muerte menos gloriosa.
Así podía acabar ella (a excepción del detalle de los excrementos), si se empecinaba en volver a ese corral. Ella estaba convencida de que, en cuanto se lo propusiera, dejaría de venir y asunto zanjado. Ahora bien, mientras se decidía, corría el albur de que acabasen con ella. De hecho, ya lo habían intentado. ¿Qué ganaba con exponerse de esa forma insensata? Desde luego, no tenía derecho a burlarse de los conejos.
Esta novela se publicó en Libros En Red, en 2006.
http://www.librosenred.com/libros/lucreciaylarata.html
En verdad, que algunos seres humanos sienten una atracción hacia la temeridad, el deseo de realizar peligrosas e irracionales acciones, que pueden llevarles a la autodestrucción. ¿El instinto de conservación no es acaso, de todos los instintos, el que mas prima en nosotros? Para algunos, se ve que no.
Bueno, en este caso, no se trata de un hombre ni de una mujer sino de una rata, a la que le has concedido el estatus humano. A lo mejor hasta los animales pueden llegar a ser tan insensatos.
Sí que empiezan de forma muy parecida tu novela y mi cuento.
Me gusta la presentación, los nombres de los personajes están muy bien puestos.
Creo que me animaré a leerla.
Gracias, Paloma, por tus amables palabras.