Estudiaba la carrera en Sevilla. A Las Hilandarias iba durante los periodos vacacionales y no todos los fines de semana. En mis visitas coincidía a veces con Jacinto. Como siempre, se mostraba retraído.
En su tercer año de conservatorio se hundió en una depresión y dejó los estudios, tanto los de música como los de derecho. Según su familia, estaba sobrecargado de trabajo. No aprecié síntomas de desgaste físico en Jacinto. No tenía aspecto de cansado ni mala cara.
De todos modos, mis encuentros con él eran ocasionales. Como todos opinaban, incluido el especialista, que su quebrantamiento se debía en buena medida al ritmo de trabajo, lo indujeron a renunciar a una de las dos carreras.
De hecho, abandonó las dos. Se recluyó y dejó pasar el tiempo. Él decía: “Ahora estoy quietecito contemplando el curso de las nubes”.
Durante ese periodo de confinamiento aprovechó “para no hacer nada”. Lo cual no era cierto, pues daba largos paseos, leía libros de orientalismo e incluso algunas tardes recalaba en el bar de Lerín.
La reclusión y el paso del tiempo no surtieron efecto a largo plazo. Aparentemente remontó ese bache. La familia atribuyó la recuperación al tratamiento de litio. Jacinto ni afirmaba ni negaba nada.
Se descargó del exceso de trabajo, optando por el derecho y prescindiendo de la música. De esta forma, todos contentos. Me aseguró que había hecho la mejor elección. Sus palabras sonaron impostadas.
Pensé que la vida de cualquiera era una urdimbre entre cuyos hilos se contaban las concesiones, las renuncias y las derrotas.
Perdió ese curso. Los meses de verano, al igual que los anteriores, transcurrieron entre caminatas por la mañana temprano, baños en la piscina y lecturas sobre religiones orientales.
Moreno, vareado y más culto, en septiembre todos le dieron el alta. A pesar de su buena imagen, el problema no estaba resuelto.
Jacinto adoptó una postura crítica que a menudo rozaba el sarcasmo. Su bien timbrada voz estaba contaminada de un retintín que no venía a cuento.
Cuando le dije que me alegraba de su restablecimiento, y aludí a su pinta de galán, una ingeniosidad espigada en un libro de aforismos orientales fue su respuesta.
En mi último encuentro con él me desgranó la historia del manantial cegado. Unos obreros lo obstruyeron matando el arroyo que nacía en él. El arroyo alimentaba una alberca. La alberca regaba un huerto. En el huerto crecían verduras y árboles frutales que se perdieron…Me pareció un cuento chino, pero lo escuché con seriedad.
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Buenos Días, jejejeje » Me pareció un cuento chino, pero lo escuché con seriedad.», simpático, ¡Cielo Santo Jacinto acaba de reprenderme diciendo «compórtese Teresa»!, yo le he contestado que no he podido evitar la sonrisa, pero que es verdad muchas veces siempre debemos escuchar con seriedad aunque algo nos parezca un cuento chino, posiblemente pueda ser un cuento y no tan chino.
A veces si es muy necesario hacer un alto en el camino, reposar las ideas, oxigenarnos tomar nuevo aire para seguir con mejores pasos en el caminar.
En cuanto a la depresión me ha recordado a Ana María Matute que ella siempre dijo que estuvo muchos años sin escribir a causa de una depresión, y decía más…que tan siquiera sabía por qué había tenido esa depresión. Las depresiones son muy malas, muchas veces las personas creen que es algo menor y no depende de la magnitud de ésta.
¡Genial: » Él decía: “Ahora estoy quietecito contemplando el curso de las nubes”.»!, Jacinto pensaba: » ¿ estará Teresa calladita y quietecita en el blog?».
Magistral Antonio, se nota en tu sencillez. Un abrazo.
Jacinto es muy considerado. Estoy seguro de que la reprensión habrá sido leve y necesaria.
Creo que ese cuento no es chino sino internacional. Es aplicable en todas las latitudes.
Una sonrisa no es una falta de respeto. Si es sincera, es un regalo.
Periódicamente se impone una parada en el camino, que es obligatoria para descansar (tomar fuerzas), para hacer balance y para desapegarnos de nuestras exigencias y expectativas. Para esa tarea cualquier tramo del camino es bueno. Igual da uno que otro.
Las depresiones son un hoyo. Allí abajo poco o nada se puede hacer. Ana María Matute no podía escribir. Otros no pueden asumir siquiera las tareas cotidianas.
Sin embargo, Jacinto, desde esa profundidad, contempla el curso de las nubes, que tan altas están y tan etéreas son.
Jacinto y este autor agradecen grandemente a Teresa sus intervenciones que hacen de este blog un lugar vivo. Un abrazo.
Muy Agradecida a Jacinto y al autor de este bellísimo blog también.
Hola Antonio!
Siempre me ha gustado como describes y construyes la realidad de tus historias. Cuando pienso en Sevilla en el verano me da calor y a la vez me resulta fácil imaginar a un tipo como Jacinto que lleva una vida entretejida de dulce y amargo…
Te mando un abrazo desde Santiago en un frío día de primavera…
¡Qué alegría tener noticias tuyas!
De vez en cuando me pasaba por tu blog que, compruebo, sigue fuera de servicio.
Había pensado que te dedicabas a escribir una novela, a desarrollar un trabajo de envergadura, que reclamaban toda tu atención y energía, impidiéndote mantener activo Narraciones Y Cuentos.
Este verano en concreto ha sido muy largo y caluroso. Jacinto lo habría pasado mal, como yo. Incluso en este debut otoñal en que ha llovido y refrescado, vamos todavía con mangas cortas. Pero ya los días son más cortos y la temperatura soportable, incluso agradable. Un abrazo.
Siempre me pregunto qué se esconde detrás de esas personalidades enciclopédicas. Un abrazo.
Según Sartre, en La Náusea, se trata de un pobre tipo digno de ser caricaturizado que lee y lee (empezando por la A hasta acabar un día en la Z) con la esperanza de convertirse en sabio. Ni de esperanza se puede hablar sino de ingenuidad o estupidez. Sartre, que era una mente enciclopédica, exageraba, lo cual no es inhabitual en él.
Jacinto, si te refieres a él, no es un enciclopedista. Es alguien que busca una respuesta. Un abrazo.
Jacinto es un personaje peculiar: depresivo, artista ahogado por la abogacía, sin duda frustrado por los sucesos de su vida que lo han llevado a un regreso, por decir, cínico. Se esconde en las filosofías orientales para no demostrar su cansancio emocional y psicológico. Alguien que parece haber sido una lección para el protagonista, lección que quizá no comprendió en ese momento.
«El camino de regreso» a cada entega más interesante. La maestría de su factura redondean la labor.
Abrazobeso con harto cariño fraterno, amigo querido.
Hay personas que siguen adelante aun en circunstancias adversas. Las de Jacinto no lo son. Lo has calificado de peculiar, que es un adjetivo apropiado.
Jacinto tiene un carácter determinado, ciertos dones, una manera de ser que no se ajusta a la norma, sin que ello quiera decir que esconde un secreto o un defecto incapacitantes, que le impidan llegar a los demás.
Pero ciertamente es peculiar. No es agresivo, es introvertido. Tiene facultades más artísticas que científicas o jurídicas.
En el orientalismo encuentra un refugio. O simplemente tranquilidad de ánimo. Es posible que en esas filosofías y religiones haya buscado también una respuesta a su inquietud y a su cansancio, que aparentemente no están justificados.
Hay personas que no están pertrechadas para la lucha de la vida, que están más dispuestas a tirar las armas que a empuñarlas, que es lo que hacemos todos en mayor o menor medida.
Algunos prefieren dejarse ir o dejarse llevar. Pero esa deriva es peligrosa. Es necesario ser precavido, tomar medidas, tener algunos asideros.
¿Para Jacinto lo es su inclinación por el pensamiento oriental? A lo mejor no lo suficiente.
En este trance del accidente, está claro que Jacinto es un referente para el protagonista. En verdad es ahora cuando cae en la cuenta. Cuando descubre que Jacinto, al que trató con distante afecto, con sincero respeto, representa una parte de él mismo, a la que no ha prestado atención incluso habiéndosela reclamado. Un abrazo.
He disfrutado este comentario donde me regalas y, de paso, les regalas a tus demás lectores, un detallado análisis (más lleno de preguntas que de respuestas) de Jacinto. No nos desvelas quién es, pero sí aclaras quién no es. Lo demás lo dejas abierto al sentir y a la atención de tus lectores.
Jacinto, bien lo determinas, es peculiar y un alma especial, de ésas que la mayoría pasa de largo ignorándolas y pagando las consecuencias, al no saber ni poder alimentarse (en sentido generoso y no, abusivo) de su secreta riqueza.
Maestro mío, gracias por dar.
Te abrazobeso con admiración y cariño, frater.
Buscamos respuestas pero lo que encontramos (o lo que podemos ofrecer) son sólo preguntas.
Es difícil, no diré imposible, profundizar hasta el meollo más íntimo de una persona o de un personaje, para el caso igual da.
Y si la persona o el personaje es complicado, entonces apaga y vámonos.
Pero se hace lo que se puede. Se persevera en el empeño (humano y literario).
Gracias a ti por tus esclarecedores comentarios que revelan siempre a un hombre empático, sensible y perspicaz. Un abrazo.
De acuerdo contigo, no sólo un personaje, sino una historia misma, si se nos complica o se nos niega a fluir, o dejarlos para mejor momento o dejarlos ir para siempre.
Tu esfuerzo (humano y literario) siempre da frutos snesibles y que fluyen con facilidad, sin notarse costura alguna, como corresponde a todo texto bien tejido.
Chapeaux, maestro querido, chapeaux.