Moncho bajó de la piedra donde estaba sentado. Cogió el sombrero y se lo puso. Luego, en jarra, oteó el horizonte manteniéndose en esa postura durante unos minutos.
Pensé que estábamos esperando a Chencho, que había desaparecido al poco tiempo de que llegásemos a la cueva. Pero había regresado.
Tenía en la mano un ramo de flores acampanadas y purpúreas. El hedor que percibí procedía de ellas. Moncho lo confirmó: “El beleño huele mal pero bien utilizado tiene valiosas propiedades curativas”.
Antes de partir volvimos a beber agua del manantial en el cuenco de corcho.
El río y el camino discurrían paralelos durante el primer tramo. Más adelante, en un paraje poblado de majuelos florecidos, divergían.
La brisa fragante y la cálida luz del sol me produjeron una gran sensación de bienestar. Los enanos llevaban el tabardo abierto y a mí me taparon sólo hasta la cintura con la manta de estameña.
El camino serpenteaba entre los añosos árboles a la par que subía y bajaba según los desniveles del terreno.
El encinar guardaba semejanza con el alcornocal de Orozuz. Abundaban las plantas aromáticas como la mejorana y el cantueso. En las solanas había prados de margaritas.
Dondequiera que mirase era una fiesta para los ojos: cabezuelas doradas, espigas violetas, campanillas rosas y celestes, gladiolos de color magenta, florecitas blancas surcadas de una línea rojiza que se apeñuscaban en cimbreantes varas…
En el silencio de la arboleda resonaba el picoteo de un pájaro carpintero. A nuestro paso dos abubillas espantadas alzaron el vuelo y se perdieron en la lejanía.
Tras varias horas de marcha distinguí los primeros signos de que nos acercábamos a un lugar habitado.
El camino, describiendo una amplia curva, discurría de nuevo a escasa distancia del río flanqueado por saúcos y álamos.
En la suave ladera del valle había bancales de trigo y cebada delineados con perfección geométrica. Había también parcelas sembradas de alfalfa y trébol. Las encinas raleaban. Finalmente desaparecieron siendo sustituidas por árboles frutales.
El vial se había interrumpido y contemplé las aguas del Alfaguara corriendo por un lecho de guijarros. Una cerca me ocultó el río pero seguía oyendo su apacible rumor.
La escueta torre de la iglesia fue lo primero que vi. Albergaba una sola campana y estaba coronada por un tejadillo de pizarra. Carecía de adornos o de otros elementos arquitectónicos. Ni siquiera tenía veleta o una cruz en su cúspide.
El pueblo, orientado a poniente, se levantaba al lado del río. Hasta ese momento no nos habíamos cruzado con nadie. No obstante, a la vista de las huertas y de los campos cultivados con esmero, había que descartar la idea de que estuviese deshabitado
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La senda seguida rumbo al pueblito era a través de un vergel, es más, del paraíso terrenal. La elegancia de tu narración y el exquisito manejo que haces de nuestra lengua, realzan tus descripciones y hacen de la lectura un manjar. Para los escritores, no dejaré de insistir en que eres un lección viva del buen arte creativo.
Los enanos han sido los «cicerones» ad hoc para «Jonás». Su «Camino de regreso» está siendo una revisión de su vida, sin duda.
Feliz inicio de semana, frater querido. Te abrazobeso con cariño grande, amigo y maestro.
Un paraíso, un vergel. O, si quieres, una Arcadia. Un «locus amoenus». Pero esto no es una novela pastoril.
Esta descripción primaveral se contrapone, sin anularla, completándola, a esa otra descripción otoñal con que se inicia este relato.
No hay que olvidar que Jonás no puede valerse por sí mismo. Está descalabrado. Necesita recuperarse y recomponerse no sólo físicamente.
Los enanos han hecho su trabajo. Han transportado a Jonás a esta comarca sin nombre. Todavía queda un poco para llegar al pueblo. Pero él tiene ya otra visión de la realidad que se traduce en el gozo que experimenta.
Todos los caminos de regreso son una revisión de la propia vida ¿no crees?
Un abrazo, cher ami.
Sí, un locus amoenus, que le ayude a recuperarse internamente, en tanto su cuerpo recibe la atención médica para reconstituirse. Y si, como bien comentas, todo camino de regreso es una revisión de nuestra vida, ésta debe darse de forma productiva, asertiva, antes que perderse en lastimeras y odiosas lamentaciones.
Moncho y Chencho han sido la imagen de esa ayuda que siempre (o casi siempre) llega en los momentos más inesperados y de la forma más sorpresiva, a través de quien nunca se hubiera pensado.
Jonás es un personaje afortunado (que aún lo ignora) por estarse enfrentando (desde el principio del relato) a experiencias tan varias y tan importantes para su devenir, que han encontrado un clímax en su terrible accidente, y que habrán de cuajar en lo que está por acontecer. Su misión es asimilar todo ello y hacer que se asiente en su mente, su corazón y su alma, para que resulte de todo ello un nuevo Jonás o, quizá mejor, el verdadero Jonás.
En fin, divagaciones mías, Antonio.
Abrazobeso enorme y cariñoso, mi amigo y hermano queridos.
Decía Dostoievski que no somos felices porque no tomamos conciencia de ello (o algo parecido, estoy citando de cabeza). Eso es una gran verdad. No somos felices porque nos negamos a serlo, porque ponemos muchas condiciones, en lugar de aceptar los dones recibidos, disfrutar de ellos y sacarles el mayor partido.
Jonás está cayendo en la cuenta, está percatándose de que ese estado de bienaventuranza es perpetuo. Que ha sido él quien se ha negado a vivirlo. Eso es lo que nos ocurre a casi todos.
Somos buenos solucionando los problemas ajenos, pero no tanto cuando se trata de los propios. En este caso somos mucho más exigentes. Y la exigencia es una de las claves del infortunio.
El relato acabará de una forma abierta. Es lo más honesto. No hay recetas ni pócimas milagrosas. Ni bálsamos de Fierabrás ni ungüentos amarillos. Al menos este autor no conoce ninguno.
Pero tú, que eres un lector culto y sensible, consignas al final de tu comentario las tareas que hacen viables el acceso a la autenticidad. Y de esta forma ser verdaderos Jonases. Un abrazo, querido divagador.
Y terminará cual debe ser, sin moralejas, sin moralina, pues la vida misma no ofrece una sola salida y es uno el que tiene la responsabilidad absoluta de decidir cuál senda seguir o no seguir ninguna. La madurez estriba en asumir las consecuencias (cualesquiera que éstas sean) de la decisión tomada, en vez de oponerse a ellas, que es lo que desgasta tanto y origina parte de la frustración.
La vida con todas sus circunstancias es suficiente para vivirse y ello hay que aceptarlo y seguirlo (no en el sentido de dejarse arrastrar, que no somos títeres), sino adaptándose, en vez de aferrarse a costumbres, rutinas y atavismos. La vida, como el agua, está en continuo fluir.
Un grande y harto cariñoso abrazobeso, maestro mío.
Esta es la cita de Dostoievski, a la que antes hacía mención (traduzco del francés): «El hombre es desgraciado porque no sabe que es feliz. Sólo porque no lo sabe. Eso es todo. El que lo sepa, inmediatamente, en ese mismo instante, será feliz». Esto lo dice Kirilov, uno de los personajes de Los Endemoniados (o Los Demonios).
Al final, es cuestión de conocer, de saber, que no de creer, de fe.
Excelente cita del grande Fiodor, Antonio querido.
Cerrar los ojos voluntariamente y ver el tapizado escarlata de plantas y flores, además de percibir las fragancias, que también es posible por la imaginación, es ser un protagonista más de esta magnífica historia, ya no sólo en el aspecto psicológico, sino también, fisícamente; llevados por tu fuerza y estilo creativo que tanto regocijo me deja.
Recorrer cada tramo del camino de regreso, nos restituye más a medida que seguimos avanzando.
Buen fin de semana. Un abrazo.
En este tramo, como al principio de la misma, la historia adquiere un carácter descriptivo. Los colores, los olores, las formas, los sonidos pasan a primer plano. Tienen mayor relieve. Se trata de transmitir las sensaciones del propio Jonás.
Si, de alguna forma, las has experimentado, si su influjo ha llegado hasta ti, este autor se da por más que satisfecho.
La imaginación es una instancia poderosa, nos abre puertas a horizontes insospechados. Es ella la que nos permite vivir lo desconocido y revivir lo conocido.
Gracias por tu comentario, que constituye un excelente inicio del fin de semana, el cual te deseo descansado y placentero. Un abrazo.