Una de las primeras evidencias es que ya hemos dejado de tontear. Eso no significa que seamos más listos. Cada mochuelo, como diría el cazurro tío del plumilla, está en su olivo, en él está posado y, si se anima a desentumecer las alas, pronto regresa a su rama que no forzosamente tiene que ser cómoda. Sólo es su rama.
Mientras miramos los parterres de cintas, las hiedras que trepan por los troncos de los árboles, los enhiestos agapantos de flores azules, las yucas, los setos de fragante mirto, mientras atravesamos las glorietas con largos bancos de ladrillos, frecuentadas por las palomas cuyo discreto zureo, a pesar del tráfico circundante, se deja oír, allí encontramos si no la respuesta, que tan pomposo suena, al menos una respuesta, una constatación, un guiño. O, por mejor decir, varios.
Emilio habla de soñar. Los sueños antes, los sueños ahora, los sueños siempre. Dormidos y despiertos. Esas constelaciones mentales que dibujan figuras mitológicas, espirales que se expanden y caminos que conducen al infinito, son el dosel bajo el que desfilan nuestros días en la tierra. Nuestras estrellas que, cuando se apagan, todo se vuelve oscuro, y que, cuando se encienden, nos iluminan con su resplandor diamantino. “Te llamé. Me llamaste” dice Emilio.
Seguimos andando de acá para allá, escuchando esas voces grabadas en la piedra, que confirman nuestras intuiciones, que nos afianzan en nosotros mismos, en lo que creemos, en lo que somos, que nos devuelven la confiada sonrisa de antaño, cuando éramos usuarios habituales de los bancos del parque.
Ante la última nos detenemos largamente. Es la que nos va a acompañar tras esta visita que finaliza. Es una voz y una imagen. Peinado hacia atrás, con una leve sonrisa, Luis nos recita su poema de resonancias becquerianas. “Donde habite el olvido, / En los vastos jardines sin aurora; / Donde yo sólo sea / Memoria de una piedra sepultada entre ortigas / Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios”.
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Qué bien está escrito. Un placer leerte.
Gracias. Aprecio mucho tu opinión. Saludos cordiales.
Redondísimo relato (me refiero al texto entero). El cierre lírico es exquisito y viene a realzar la temática de memoria evocadora, pero de esa nostalgia que deja siempre un dulce sabor permanente en el alma.
Muy bello relato, magister. Fluye a la perfección, como que fuese una corriente mansa; es la sensación que da.
Deleitosa lectura, y agradecido y siempre cariñoso abrazobeso, frater carus.
Gracias, Ernesto, por tus siempre alentadoras palabras que son un estímulo para mi trabajo literario. El colofón tan lírico es de Cernuda: el inicio de su extraordinario poema «Donde habite el olvido». También se cita un verso de Emilio Prados perteneciente a su poema «Sueño». Esos versos y otros más de los poetas de la generación del 27 están inscritos en piedras en los jardines Cristina, que es donde acaban estos itinerarios, al menos de momento.
A la derecha de los jardines se levanta el barroco palacio de San Telmo (antigua residencia de los duques de Montpensier), a la izquierda fluye el Guadalquivir, si nos ponemos mirando a la avenida de la Constitución, cuyo inicio se aprecia en la foto. En esta avenida que desemboca en la plaza de San Francisco, se encuentra el Archivo de Indias y a continuación la Catedral y la Giralda.
Detrás del palacio de San Telmo está la Universidad Hispalense (en el edificio de la Real Fábrica de Tabaco), donde estudié. En la actualidad hay otra universidad, la Pablo de Olavide, en las afueras de la ciudad. Un abrazo.
Hermosa descripción de tu Sevilla, en la que puede uno imaginarse piedras y direcciones, pero con ese aliento delicioso de evocación.
Tu talento es indiscutible y tu trabajo literario, intachable. Sólo resalto lo evidente.
Feliz fin de semana, amigo querido. Abrazobeso cariñoso y fraternal.
Muy Cierto: » Eso no significa que seamos más listos», magistralmente cierto, hoy en día se es más tonto…¿ más preparado?, una trola, más incapacitados del intelecto, que se aprende los libracos de pe a pá , por supuesto…pero de ahí a ser más preparado intelectualmente, nada de nada…porque no es suficiente con la preparación académica me parece a mí, a lo mejor estoy equivocada…pero las lecturas que tenían los antepasados nuestros, nos dejan a la altura de la suela de los zapatos.
No. aprobamos ni con un cinco tan siquiera el examen de la Vida…por no haber ni personalidades interesantes hay…¡Vaya tiempo más porquería la verdad!
Dejando a un lado lo serio, me quedo con el fantástico final de este artículo tan maravilloso, Luís y Emilio…lo Extraordinario es Divino. Quizás » Olvidar un olvido» equivaldría al Capitán Nemo…
Aparte de la preparación intelectual, hace falta desarrollar otras cualidades. Está claro que lo libresco no es suficiente. Hay otras líneas de crecimiento y otras capacitaciones que es necesario cultivar. En mi caso, lo intuitivo ocupa un lugar importante, no sólo en lo referente a la creación literaria sino en todos los ámbitos, incluso a la hora de comprar unos pantalones (en esta coyuntura puede que me precipite un poco porque ir de compras me pone nervioso).
Todos los tiempos tienen su cara y su cruz. El que nosotros conocemos, el que estamos viviendo es este. Así que podemos hablar de su haz y de su envés. Más nos vale no centrarnos en sus miserias. Buen fin de semana.
Tus palabras transmiten un viaje por el cosmos mental y físico, inspirando a prestar atención y no tener una visión enclaustrada. La sabiduría, desde luego no está en los libros. Algunas veces, si no se sabe discernir, puede ser que nos confundan, llenen la cabeza de soberbia, engreimiento y humo.
Siempre nos dejas ver lo esencialmente verdadero, aproximandonos a las realidades: «que nos afianzan en nosotros mismos, en lo que creemos, en lo que somos, que nos devuelven la confiada sonrisa de antaño, cuando éramos usuarios habituales de los bancos del parque».
Un abrazo.
Se habla en este texto y en los otros de esta misma serie de un tiempo ido y de un tiempo actual. Hay un acercamiento de ambos, un cotejo. De esta forma se resalta el camino recorrido. No en vano el título genérico de estos relatos es «Itinerarios». Lo que hemos andado.
En definitiva, es a nosotros mismos a quien tenemos que liberar para recuperar la confianza, la fe y todo aquello que nos convierte en auténticos seres humanos.
De entonces a ahora hay una distancia. Hemos realizado un viaje con paradas, retrasos y pérdidas de trenes. A menudo, en lugar de seguir el ejemplo de Antonio Machado, lastrados por el equipaje.
Gracias por tu comentario que, como de costumbre, es esclarecedor y gratificante para mí. Un abrazo.