133.-Me pregunta Emma: “¿Qué es lo más difícil de conseguir para un ser humano?” “La ecuanimidad. No dejarse arrastrar por sus demonios que siempre están al acecho, a la espera de que se abra la menor rendija para colarse por ella y hacer de las suyas. Atenerse a la verdad aunque esta no favorezca e incluso cree problemas personales, de los que todos rehuimos. No enzarzarse (verbo sumamente expresivo que me encanta) en discusiones inútiles que sólo generan malestar. No mantener actitudes despectivas o de superioridad respecto a los demás, no pensar que se está por encima de nadie, ser respetuoso. Encarnar el ideal expuesto es la meta más difícil de conseguir”.
Y añado: “Soy consciente de que esa conversión es una tarea que nos desborda. Los logros son parciales y siempre sujetos a retrocesos. El fracaso de ese cambio lo constatamos a diario en nuestras relaciones con el prójimo. Una y otra vez caemos en nuestras trampas, somos presa de la impaciencia o de la cólera, pisoteamos nuestros sanos propósitos por bagatelas que no resisten un somero análisis.
“Esta lucha individual es la más importante de cuantas podemos emprender. Probablemente también la más menospreciada, la que pocas personas se plantean por considerar que la solución está fuera de ellas mismas.
“Por un motivo u otro, casi todos desistimos e, invocando a Rita la Cantaora, el Tato o Sananes el de las tortas, seguimos haciendo nuestra vida de siempre que representa lo malo conocido. De lo bueno por conocer quedan encargados los antedichos.
“Preferimos vivir a salto de mata, procurando tal vez mantener la compostura, conscientes de que la muerte nos sorprenderá tan modorros como vinimos al mundo. De que ningún cambio profundo se va a producir en nosotros. De que esa otra persona auténtica y transparente con la que hemos soñado no es más que una entelequia”.
“Sí” coincide Emma, “nuestros demonios son eficaces. El peor de todos, a mi juicio, el más artero, es el amor propio que deriva fácilmente en soberbia. La honrilla tiene una larga tradición en la literatura española. Es uno de los temas principales en el Siglo de Oro y, con otros disfraces, no deja de aparecer por todos lados.
“Si a ese puntillo que nos pierde sumamos las situaciones de desgaste, el cansancio cotidiano, el choque de intereses, las presiones, hay que reconocer que los demonios lo tienen a huevo. Sería necesario tener nervios de acero para salir victorioso de sus acometidas”.
“Y que conste” puntualizo “que no estamos hablando de santidad sino de ecuanimidad, de una altura de miras que nos permita andar sin estar tropezando continuamente. Pero esto es tan arduo que son numerosos los que optan por intentar reformar la sociedad antes que intentar reformarse ellos mismos.
“Piensan que el mal está fuera donde, por cierto, también está, e incapaces de vencerlo en su interior o totalmente en sus manos, se aplican a meter en vereda a sus semejantes. El razonamiento puede ser más o menos este: Puesto que yo ni puedo ni quiero cambiar, haré lo posible para que los demás se acomoden a mis expectativas.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
Muy interesante este diálogo sobre la ecuanimidad; ser justo e imparcial, sin dejarse llevar por favoritismos, apasionamientos, o por ese amor propio que puede derivar en soberbia, es harto difícil, pero creo que no inalcanzable.
Gracias y feliz semana.
Es harto difícil, en efecto. Es mucho más fácil, aunque a la larga no sea rentable, y probablemente a la corta tampoco, dejarse arrastrar por nuestros impulsos, deslizarse por la pendiente de nuestros imperiosos deseos (lo cual nos lleva a caer en toda clase de trampas una y otra vez).
Pero vale la pena intentarlo. Un abrazo.
A mí también me ha parecido muy interesante. Esos demonios me visitan con frecuencia y no siempre los consigo dominar.Como tú has escrito, avanzamos muy lentamente y con frecuentes retrocesos.
Un saludo
¿Y a quién no le pasa lo mismo? Incluso a los santos. Fíjate, según Grünewald, lo mal que lo pasaba mi homónimo:

A menudo pienso que no nos vamos a librar de esa lucha, lo cual no quita validez a la aspiración a la ecuanimidad. O que nos libraremos cuando no pensemos en ella. El día en que vivamos simplemente. Hoy estoy búdico. Será porque estoy leyendo un libro sobre el tema. Que tengas una agradable jornada primaveral.
Esas sendas, a la luz del día, son muy transitables. Pero anochece, siempre anochece, siempre hay una noche oscura para el alma. Excelente entrada, Antonio. Un saludo.
Tu comentario me ha recordado a San Juan de la Cruz y su «Subida del Monte Carmelo». Al final de esa dificultosa travesía se llega a la divina luz de la unión perfecta. Pero los que no somos místicos rozamos apenas la penumbra. Y la noche vuelve a atraparnos o a envolvernos.
Gracias por tu apreciación. Un abrazo.
Gracias a todos los participantes de los anteriores comentarios-diálogos, son reconfortantes. Gracias a Antonio Pavón Leal.
Gracias a ti por unirte a estos diálogos virtuales. Cordialmente.
Grande lección de vida que, bien sabes, hoy día pocos ponen en práctica. Sobra señalar las razones. Brillante diálogo, Antonio querido.
Por cierto, como comentario al margen, para quienes siguen la religión judeo-cristiana, es interesante anotar que la soberbia es el único pecado que Dios no perdona, pues implica desconocer su superioridad y ponerse a su nivel o por encima de él. En la vida práctica, pienso que la soberbia sólo es síntoma de un gigantesco complejo de inferioridad y, sin duda, de mucha estupidez.
Abrazobeso fraterno, cariñoso, cálido y muy primaveral, carus meus.
La soberbia es un feo pecado, como todos los demás. Porque ¿qué me dices de la gula, la envidia, la avaricia, la lujuria, la ira o la pereza? Los pecados capitales son los agujeros negros por los que somos absorbidos si no reaccionamos a tiempo. Son pura psicología.
La aspiración a ser mejores, a desmarcarnos de las falsas expectativas, a reconocer al otro, es un desafío que desde siempre está sobre el tapete. Un abrazo.
Cierto es, pues finalmente, fuera de cualquier carga de moral cristiana, son los defectos humanos que impiden avanzar y crecer hacia la consecución del bien, que al final de cuentas es la felicidad.
Abrazobeso grande y fraternalmente cariñoso, carus Antonius.
Me ha parecido muy enriquecedor. Para mi haber «despertado» y haber logrado una transformación en mi persona es el mayor regalo. Por eso, confío en que las personas pueden cambiar, siempre que lo quieran, que así lo elijan. Sin embargo, que complicado me resulta observar como todavía hay tanta gente buscando respuestas fuera, cuando solo pueden encontrarlas dentro. Su luz particular. Muchas gracias!
Sin duda, ese despertar es un gran regalo. Ser capaz o tener la facultad de mirar la realidad sin anteojeras, de comportarse rectamente, de ser auténtico es todo un logro.
A mí no me parece una empresa baladí. Algunos lo consiguen. Para eso están también los expertos en diversos campos cuya ayuda es importante.
Coincido contigo, y coincidimos con quienes se han ocupado seriamente de este tema, en que la luz está dentro de nosotros. «In interiore homine habitat veritas» dijo San Agustín.
Gracias a ti. Saludos cordiales.
me ha encantado, hay demasiados pecados y todos caemos en ellos una y otra vez por mucho propósito bueno que tengamos, pero bueno a intentarlo otra vez.
Somos débiles y tozudos. Una y otra vez tropezamos con la misma piedra. Pero asistidos por nuestra determinación a lo mejor un día logramos esquivarla y no dar otro batacazo.
Muy cierto lo que señalas. Los demonios internos son mala guía… Y la soberbia es letal cuando afecta el claro discernimiento de los hechos objetivos…. Puede llegar a convertirnos en fabuladores y alejarnos de la realidad 💭🙌🏼😳 un abrazo, Antonio …
En esta anotación se plantea el tema de la transformación, de la posibilidad de convertirnos en personas ecuánimes, liberadas de sus demonios o al menos capaces de tenerlos a raya. La soberbia, sin duda, es uno de los más peligrosos. Un abrazo.