Lo sé de buena fuente. He reunido la información escarbando aquí y allá, dando crédito a los cotilleos que no andan errados, y que si pecan es por defecto.
Tú misma has tenido que oír algo. Estoy seguro de que tus orejas enrojecerían de santa ira cuando en ellas, al desgaire, las comadres vertieron la dulce ponzoña que destilan y escancian so capa de afecto.
“A mí no me importa, pero la gente dice…”. Basta con que aceptes esa primera premisa del perverso silogismo para que se crean con el derecho a descargar la inmundicia que llevan dentro.
Tú, a quien nunca se le pasó por las mientes cuestionar esa proposición, te viste enredada en esa lógica cruel.
Tú también querías acogerte al privilegio de afirmar: “A mí no me importa…” y a continuación vaciar tu cubo de basura.
Yo no invoco esa frase mágica. Me invento otra y largo como cada hijo de vecino. Lo sé de buena fuente.
El que hoy ocupa un puesto de mediana responsabilidad en la administración municipal, pues su estrechez de miras y su limitado coeficiente intelectual le impiden alcanzar cotas más altas para las que no le faltan méritos de otra índole, más bien le sobran, empezó joven.
Tu tío se metió en el mundillo de la burocracia a la edad de doce años. Sus comienzos fueron duros, como el de esos portentos norteamericanos de la industria que en su infancia zascandileaban vendiendo cajas de cerillas.
Pero pronto comprendieron que podían ampliar el negocio e incluir cigarrillos sueltos o en paquetes. Y gracias a su fino olfato y a su iniciativa no tardaron en transformar ese inocente comercio en una tapadera de otro más lucrativo, dedicándose así a la distribución de revistas pornográficas y juguetes eróticos. Cuando se quiere triunfar en la vida, las consideraciones éticas pasan a segundo plano.
Y a la vuelta de unos años esos niños emprendedores se convirtieron en el Jefe Supremo de las Brochas de Afeitar, en el Número Uno de las Churrerías o en el Gran Monopolista del Acero Inoxidable. Ciertamente tu tío, no por falta de ganas, no ha sido coronado Rey de los Chupatintas.
Él simultaneó la Escuela Primaria con el Ayuntamiento. Esa conjunción constituye los cimientos sobre los que se levanta la actual fábrica, es la base de vuestra desahogada posición económica. Fue el aprendizaje ineludible que le enseñó las técnicas de la humillación, aparte de inculcarle la importancia del dinero, aunque a mi humilde entender esa sapiencia no justifica su cicatería.
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Ya vamos sabiendo un poco más de los personajes.
La pobre mujer está rodeada, entre la tía, las comadres «escanciando la dulce ponzoña» y el señor tío, ya tiene bastante cruz.
Sus circunstancias vitales no son envidiables. Tenía una familia, como la tenemos todos. Es decir, una buena papeleta. Y le tocó una época de características especiales. Pero qué época no tiene sus peculiaridades.
Es cierto. Todos, en cualquier época y circunstancia tenemos nuestras prisiones. O papeletas, por no exagerar la nota.
Bueno, en todos los tiempos nos importa lo que dice la gente…la opinión pública nos presiona. Pues, seguimos con la pobre mujer y su entorno. Un abrazo , Antonio.
Sí, es cierto que el qué dirán tiene mucho peso, pero hay gente a la que no le importa demasiado, gente que se pone el mundo por montera, verbigracia Gala Éluard Dalí. Pero son los menos. La mayoría nos acoquinamos. Un abrazo.