Tu madre ha quedado desdibujada en este relato, lo cual me apena. Y no hablemos de tu padre que apenas aparece. Su prematura muerte hace imposible saber la influencia que hubiese ejercido sobre ti.
Su ausencia dejó un hueco que ocupó tu tío, como tú misma afirmas otorgándole un título que no le corresponde.
Al no haber conocido otra cosa no puedes añorar tiempos mejores. Esta verdad que es aplicable en tu caso, no lo es en el de tu madre.
Ella luchó por su felicidad. En una época en la que prevalecían los matrimonios por conveniencia y por inercia entre los miembros de un mismo estrato social, ella tuvo la osadía de enamorarse de un don nadie y el coraje de asumir sus sentimientos.
Que después de soportar tantas presiones encaminadas a hacerla desistir de su propósito se viese desposeída de la noche a la mañana de aquello por lo que había luchado, con dos niñas pequeñas y a expensas de su familia que tan enérgicamente se había opuesto a su casamiento, fue un duro golpe del que no logró reponerse.
En los últimos tiempos la sueles descubrir absorta. Si le preguntas algo, no responde de inmediato o ni siquiera responde. Esta actitud de tu madre te irrita y te hace exclamar: “¡Estás en Babia!”. Pero no lo está. La causa de su ensimismamiento hay que buscarla en otra parte.
A caballo entre un pasado emergente con su carga de melancolía y un presente que hay que vivir minuto a minuto, tu madre proyecta la imagen desvaída de una persona que se compromete lo imprescindible con la realidad cotidiana.
En las contadas ocasiones en que se ha opuesto a vuestros deseos, a los de tu hermana o a los tuyos, ha sido de cara a la galería o impulsada por el instinto de conservación al que se aferró cuando tuvo que reconstruir su vida.
De todas formas, ni tu hermana ni tú, hijas modélicas según los cánones vigentes en el pueblo, la habéis colocado nunca en un apuro. Si tal cosa hubiese ocurrido, habría delegado en tu tío, que es lo que hace incluso en los asuntos menores.
El tiempo todo lo mina y todo lo socava, todo lo minimiza y todo lo transforma. Nos proporciona perspectiva. Nos trae el olvido. El tiempo lija las asperezas de los recuerdos con los que tu madre sigue conviviendo.
Por cómo fuimos, así somos
El pasado nos conforma. Lo aceptemos, que es lo sensato, o lo rechacemos somos su producto. Eso sí, un producto en devenir.
«en devenir»: muy acertado 👍🏿
Tener como figura paterna al tío no es lo mejor que te puede pasar.
Los hijos jóvenes no pueden comprender algunas melancolías. Luego, más adelante, tal vez sí se den cuenta de lo que sentían sus padres.
Ni los padres ni sus sustitutos los elegimos. Como otras cosas, nos vienen dados.
Es muy cierto lo que dices en el segundo párrafo. La experiencia es necesaria para hacerse cargo de actitudes incomprensibles o chocantes.
Vaya historia!!!
Otros niños tienen como figura paterna a su abuelo, pero por otras circunstancias…
Muy tristes por cierto.
Me ha gustado mucho Antonio, como todo lo que nos acercas.
Un abrazo⚘
Pueden ocurrir muchas desgracias y el papel de padre o madre ser desempeñado por un tío, como en este caso, un abuelo u otro miembro de la familia o de la comunidad. Pero alguien tiene que asumir esa responsabilidad.
Gracias, Yvonne. Que tengas un buen día.