316.-La otra gran realidad de la filosofía de la intensidad, y en consecuencia de la serie “Vikingos”, aunque no en la desmedida proporción de “Dos metros bajo tierra”, es el sexo. Su planteamiento no tiene nada de subyacente o sutil. Es un plato que ponen en la mesa sin preguntarse, o a lo mejor sí, en cuyo caso tienen más delito, si al espectador le apetece.
Sexo sin tapujos, escenas pornográficas como la felatio que, en su propio despacho, le hace una chica al alcalde de Boston en la serie “Bajo escucha” (“The wire”). Uno está tentado de concluir que debe tratarse de una práctica corriente en las sedes públicas de los EEUU, desde la Casa Blanca a los lavabos del Senado.
En relación directa con esta inmersión sexual se encuentra la escatología verbal. Palabras malsonantes, juramentos, insultos. Una gama tan extensa de imprecaciones y groserías supuestamente chistosas que sólo puede responder a consignas concretas de despertar al amuermado televidente. En verdad no es más que una exhibición de coprolalia.
Teniendo en cuenta que una de las claves de la filosofía de la intensidad es la búsqueda denodada del espasmo liberador, no hay que extrañarse de esa incidencia en la procacidad. La posmodernidad pregona que la salvación viene por la desinhibición total. Esa es la buena nueva.
Si a lo anterior añadimos la perentoriedad de lo inmediato, tenemos el cuadro completo. Mi amiga Emma afirma, con una seriedad que excluye cualquier duda, que la próxima vez que en su presencia alguien saque a relucir el aquí y el ahora, se pondrá a gritar.
Resumiendo, las cuatro patas en las que se sostiene esta silla son el poder, el sexo, el lenguaje cuartelero y el presente rabioso. A esto se resume la vida. Ese es su cañamazo. Si se encuentra otra cosa, su puesto en el “ranking” es secundario.
Una imagen emblemática de la filosofía de la intensidad la constituye Nate, de “Dos metros bajo tierra”, conduciendo una moto a toda pastilla, sin casco, por una peligrosa carretera de la costa. Le han descubierto una malformación vascular en el cerebro. Tras la lección filosófica de una motera cuya pareja murió en un accidente de tráfico, Nate, a quien ella, en plan hada madrina, le regala la máquina del fallecido, sale a banderas desplegadas a gozar de ese momento.
Ella es clara: hay que hacer lo que a uno le apetezca sin mirar las consecuencias. Téngase en cuenta que sólo se vive una vez. Esta obviedad justifica las cogorzas, los atracones, las rayas de coca o los comportamientos suicidas.
Y si Nate se precipita por el acantilado, cosa que no ocurre porque es uno de los protagonistas, el de mente más abierta además, el más comprensivo, en su funeral, cuando hagan su panegírico, siempre habrá alguien que diga: “Se despeñó gustoso”.
Aparentemente la filosofía de la intensidad no contempla, aparte de las antedichas, otras formas de gozar la vida, que seguramente admite pero que considera inferiores o, utilizando la terminología apropiada, de baja intensidad.
Supongo que es más fácil atraer espectadores con ese tipo de anzuelos, el sexo nunca falla, y las luchas por el poder también dan buenos resultados.
O también puede ser un reflejo de esta sociedad donde lo que prima es pasárselo bien, sin más.
Pero eso lo analizarás mejor tú o Emma, que es muy aguda.
El sexo es un anzuelo irresistible. Pero recurrir a él de forma explícita (con tantas páginas de pornografía como hay en internet) da la impresión de que responde a una consigna (lo que califico de didactismo).
Si piensas en el teatro griego o en el de Shakespeare, en los que ocurren cosas horribles, comprobarás que no traspasan ciertos límites. Esos autores apelan a la inteligencia, a la sensibilidad, a la empatía del espectador, pero no a sus instintos.
Que sepas que aprecio tus opiniones, tan discretas y razonables
La intensidad y la inmediatez; cuando no, la prisa y la precipitación. La vida instantánea que impide la reflexión y el esfuerzo, lo que conduce a la frustración, la insatisfacción, la ansiedad. Para evitar la frustración, más impaciencia por lograr algo: lo inmediato. Un circulo vicioso que acapara estos tiempos pretendidamente modernos y que en realidad nos llevan a algo tan antiguo como lo primario: el tener o el moverse, como si moverse fuera equiparable a hacer. En ningún caso, ser.
Algo ha hecho mal esta sociedad y no sabemos cuándo fue.
Muy interesante este ciclo sobre series.
Muy interesante y atinada esta reflexión tuya que comparto. Vivimos en una sociedad donde prima el tener, lo apariencial y la inmediatez, pero no el ser y el respeto. Hay un libro de Isaiah Berlin titulado «El fuste torcido de la humanidad» que trata de explicar lo que hemos hecho mal. Saludos cordiales.
….Su planteamiento (el sexo )no tiene nada de subyacente o sutil…Buenooooo…… en aquel entonces supongo que las reglas de los juegos sexuales eran distintas…sonrisaaaa. Pues, ya lo tengo claro, se trata de los hombres salvajes y de la lucha por poder a muerte. Hay que ver la película. Un beso , Antonio..
Sin duda se trata de hombres y mujeres salvajes que no retroceden ante nada. Aquellos a los que el poder ha intoxicado son irrecuperables Sólo la fuerza o la muerte los aparta de ese juego al que se entregan en cuerpo y alma. «Vikingos» es un ejemplo. Un abrazo.