En su relato la protagonista parte de una experiencia traumática. Reacciona sustrayéndose a la realidad. “No iré por ese camino que me marcan (…), me escaparé por donde pueda y no se darán cuenta”. El camino que escoge tras haber chocado con un mundo en el que no puede vivir, es la introspección.
Con la vista puesta en su interioridad, declara: “Iré hacia atrás; es lo único que puedo hacer”. Ese recurso es un intento de comprensión y un inventario de los hechos que la han conducido a Suiza, a casa de un tío suyo.
Leticia se percata de que no puede confiar en nadie. De ahí “su necesidad de pensar por cuenta propia”. Leticia, que es huérfana de madre, tiene que ser ella misma. Esa es su tarea.
Ha vivido con tal intensidad su infancia que los sucesos posteriores quedan minimizados e incluso anulados. Su capacidad de emocionarse y sorprenderse parece haberse agotado.
La protagonista corre el riesgo de permanecer anclada en el pasado, de encadenarse a unos episodios que, dada su lucidez, la marcaron profundamente. Dice: “No he sentido nunca más nada semejante a aquello”.
Para esta niña inteligente y receptiva el mundo de los adultos sólo es una fuente de confusión y malentendidos. Es un mundo enigmático y angustioso. Leticia descubre pronto la inautenticidad que subyace en el comportamiento de los mayores. Adentrarse en ese mundo es perderse en un laberinto, en un secarral sin puntos de referencia.
Leticia es también calculadora y astuta. Sabe cómo conseguir lo que se propone. Inocente y libre de prejuicios morales, busca la satisfacción de sus propias necesidades, para lo cual pone en juego su mucha habilidad.
Avanzando en esa dirección, se percata de que los adultos están más frustrados que ella, con la diferencia de que no se atreven a luchar por su felicidad.
Las reflexiones que jalonan estas memorias son un ejemplo de la perspicacia de Leticia: “Es maravilloso ese tiempo que se pasa esperando; parece que uno no está en sí mismo, que está haciendo algo para otro, y, sin embargo, se está tan libre”.
La espera es una tregua. La vida queda suspendida por un espacio de tiempo en el que podemos hacer balance de la situación. Ilusionarse está permitido porque lo que se espera o a quien se espera está por venir.
¡El bosque silencioso susurra silente que está de vuelta! Y nosotros, personajillos que encontramos refugio en él, nos regocijamos de júbilo porque tenemos de nuevo puntuales lecturas y fotografías que enriquecen y amenizan nuestro quehacer diario. ¡Hurra!
El libro que comentas parece muy interesante, lo añado a mi lista de libros que leer. ¡Gracias!
Sibilante aliteración que encierra una gran verdad. Se trata de una vuelta discreta, sin estridencias, en tono menor. Una continuación del trabajo tras el paréntesis de agosto.
Gracias por tus amables palabras. La novela de Rosa Chacel es un buen estudio psicológico y una buena radiografía social.
La vida de los adultos de punto de vista de un adolescente ( si esta bien escrito) siempre es muy sorprendente, me gusta ese tipo de narraciones, Voy a enterarme de la autora. Un abrazo.
No se trata de una adolescente sino de una niña de doce años, receptiva e inteligente, que es una combinación explosiva. Es una novela de carácter psicológico. Leticia ha optado por la introspección.
En cuanto a la autora, Rosa Chacel, no es tan conocida como otros colegas suyos de la generación del 27, pero no desmerece en absoluto de ninguno de ellos. Un abrazo.