VIII
Y quedamos varados
como un barco en la arena con sus velas marchitas.
Qué quedó, me pregunto, de nuestra fantasía,
de ese chorro imperioso de agua que refrescaba
nuestras noches y días.
Qué quedó, me pregunto, de esa fuente de vida,
más tarde denostada, más tarde maldecida,
como si acaso fuera la causa de la ruina.
Ahora queda bien poco:
el lejano recuerdo
de los días vividos
a pecho descubierto.
Oh, nuestra fantasía encallada en los médanos
como un viejo navío
cargado de tesoros,
de cofres rebosantes
de monedas de oro.
Cómo sacar el barco, nos preguntamos ahora,
inmóviles, cansados,
de su trampa de arena
y dejar que navegue
a desplegadas velas.


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