Posts Tagged ‘hierba’
Escarcha (II)
Posted in Fotos, tagged escarcha, hierba, invierno on enero 17, 2019| Leave a Comment »
Otoñada (IV)
Posted in Fotos, tagged azul, cielo, hierba, ocre, otoñada, otoño, pardo, tierra de labor on noviembre 8, 2016| 10 Comments »

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Invierno (V)
Posted in Fotos, tagged escarcha, hierba, invierno, sendero on enero 13, 2015| 8 Comments »
[Si dependiera de mí]
Posted in Poemas, tagged árboles, cielo, flores, hierba, lluvia, nubes, setas, silencio, violetas on diciembre 2, 2013| 9 Comments »
1
Si dependiera de mí,
una lluvia caladera
empaparía la tierra,
haciendo crecer la hierba.
Pespuntearía de flores
los prados y los alcores.
Pintaría de verdín
los muros de los conventos
y otros viejos paramentos.
2
Y los árboles añosos,
retorcidos y nudosos
mostrarían jubilosos
sus tiernos brotes de oro.
Crecerían las violetas,
delicadas, pizpiretas,
y surgirían las setas
entre la hojarasca seca.
Legiones de caperuzas
amarillentas, parduscas,
anaranjadas, blancuzcas,
¡qué alegría! ¡qué locura!
3
Si dependiera de mí,
en el cielo habría mil
nubes de ámbar gris
que en lluvia se desharían
con gozosa algarabía.
Las tejas de los tejados,
cobertizos y terrados
a murmurar se pondrían
su incansable letanía.
En algún rincón sombrío,
con insistencia tenaz,
una gota marcaría
del aguacero el compás.
Y el silencio volvería,
más profundo, más hermoso,
cuando la lluvia callase,
a ese rincón penumbroso.

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In illo tempore (C)
Posted in In illo tempore, tagged colega de Jorge, despacho, droga, hierba, Jorge, psicólogo on agosto 1, 2013| 4 Comments »
Jorge estaba sentado en el sillón. Su amigo, de pie, miraba a través de la ventana. Ambos volvieron la cabeza cuando entré.
Correspondí a su saludo con una sonrisa. Jorge me señaló una silla y dijo que, aprovechando la ausencia de mi padre, podríamos hablar con más libertad.
Me extrañó su actitud directa. Por lo general divagaba antes de abordar el tema. A lo mejor tenían prisa.
El colega de Jorge tomó la palabra. Acercándose a la mesa, en la que apoyó las manos, en un tono festivo hizo alusión a lo preocupados que estaban mis progenitores.
Me percaté de que esas inflexiones frívolas de su voz tenían por objeto ganarse mi confianza, establecer entre nosotros un lazo de complicidad.
Jorge me ofreció un cigarrillo y corroboró lo dicho por su amigo. Tenía que ser franco con ellos, sincerarme, no esconder nada.
Me pidieron que les informase de mis sesiones con el psicólogo, lo cual hice con brevedad. Cuando me preguntaron si las consideraba beneficiosas, respondí, tras vacilar unos segundos, que no. Si seguía yendo a la consulta del psicólogo, no era por voluntad propia sino para complacer a mis padres y, así, darme un respiro.
Eso no tenía nada de raro, afirmó el colega de Jorge. Añadió que las terapias variaban según las escuelas. Tal vez me convenía otra.
Al principio lo escuché con interés, pero en su disertación recurría a menudo a términos científicos y mi atención decayó.
Luego, al desgaire, me preguntó si fumaba hierba. Me pareció no haber oído bien. “¿Cómo?” “Que si fumas hierba” repitió llevándose los dedos a la boca y aspirando el humo de un porro imaginario.
Esa sucesión de gestos me hizo gracia. Jorge puntualizó: “Queremos saber si consumes algún tipo de droga” “No”.
Cuando se convencieron de que les decía la verdad, Jorge cruzó una mirada con su amigo, cuyo significado estaba claro para mí. Él sabía que yo no estaba enganchado.

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