Debían de estar celebrando una fiesta. Me picó la curiosidad y, aunque sospechaba que a la entrada habría un portero con gorra de plato y gesto adusto, decidí probar suerte.
Pero no había cancerbero. Me aventuré entonces por el vestíbulo, recelando que en cualquier momento alguien se acercase para preguntarme si estaba invitado.
Avancé hacia la cancela, tras la que colgaba un cortinaje de terciopelo rojo que se hallaba descorrido en parte. De vez en cuando me paraba y observaba el zócalo o el artesonado.
A mi lado pasaban alegres parejas sin prestarme atención. Incluso un petimetre estuvo a punto de tropezar conmigo.
Metí las manos en los bolsillos de mis vaqueros y crucé la cancela. Lo único que podía ocurrir era que me echasen.
No era un salón, como pensé cuando estaba fuera, sino un patio porticado y cubierto por una montera. Las columnas y las losas eran de mármol blanco. El bar estaba a la derecha. En mitad del patio había un tablado redondo con un pedestal de mediana altura en el centro.
Los altavoces desgranaban los compases de una canción de moda.
Me acordé de Luisa, Carmelina y Pedrote. Tal vez, tras pasear por el pueblo, habían llegado a la plaza y, al igual que yo, habían sido absorbidos por la fiesta.
Escruté a la alborozada concurrencia sin lograr localizarlos. Lo mejor sería dar una vuelta.
Esquivando a jóvenes parejas que charlaban y reían, llegué al abarrotado bar.
Este ocupaba una espaciosa habitación que comunicaba con el patio a través de dos puertas. Las paredes estaban tapizadas y decoradas con espejos de molduras doradas. Tras la barra había varios camareros con pajarita que acudían raudos cuando un cliente levantaba un dedo.
Me deslicé sobre la mullida moqueta y salí por la otra puerta.
Al volver al patio advertí un mayor bullicio. La gente parloteaba más alto y un foco barría el escenario. Me situé discretamente junto al cortinaje rojo.
Un hombre enjuto con un frac de fantasía subió al escenario, se quitó la chistera e hizo una reverencia que el público respondió con una cerrada ovación.
El presentador alzó una mano y luego, alargando los brazos, entró en materia.
“Tenemos que agasajar como es debido a nuestros huéspedes de honor. Nosotros sabemos cómo hacerlo y lo vamos a demostrar enseguida. Pero antes de que empiece el espectáculo, voy a hablaros brevemente de estos simpáticos visitantes”.
Contuve la respiración, pero de inmediato rechacé la ridícula idea que me cruzó por la cabeza.
“Estos aguerridos jóvenes han realizado una peligrosa travesía y vamos a compensarlos, aunque sea modestamente, por las fatigas pasadas. La carretera de Sevilla a Aracena está jalonada de trampas y de difíciles pruebas que ellos han superado. No vale la pena extenderse sobre este particular que todos conocéis.
“Sólo me queda añadir, atribuyéndome la representatividad de los presentes, que cada uno de nosotros se siente hermanado con estos viajeros”.
Un fuerte aplauso rubricó el discurso. El amojamado portador del frac se inclinó a la par que describía un amplio arco con el sombrero, e hizo mutis.
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Qué bello lugar! Me hiciste recordar la sierra, el castillo, la gruta de las maravillas,incluso el museo del jamón… Pero no niego que me has dejado intrigada. Un fuerte abrazo y feliz día.
Es verdad ..un bello lugar. Todos seguimos esperando …a ver qué pasa.
Aracena es un pueblo con encanto al que le tengo un cariño especial, entre otras razones porque podría afirmar que allí nacieron mis dos hijos mayores.
Todo lo que citas constituye Aracena aunque nada de eso aparezca explícitamente en este relato, en el que se recrea una Aracena ficticia, por no decir onírica. Me complace haberte dejado intrigada. Un abrazo.
Este pasaje me ha recordado a Chesterton en sus trasformaciones oníricas de la realidad. Tiene algo como de sueño este texto.
Un saludo
Gracias por esa asociación chestertoniana que me halaga. Que en este viaje se producen transformaciones y cambios extraños, salta a la vista, creo. Hay cortes netos que espero no afecten a la continuidad argumental. Un abrazo.
Huy, esto sí que no me lo esperaba. Se va complicando la trama.
Vamos a ver si la trama se complica tanto que el autor no va a saber cómo poner punto final a este lío.
Jajajaja, seguro que logra salir airoso. Algo se le ocurrirá.
Vaya vueltecita de tuerca que le has dado a la novella, querido maestro. «El arroz está a punto.»
Excelente prosa como siempre te distingues.
Abrazobeso fraterno, cariñoso, fiel y con grande admiración.
El arroz va estando a punto. Todavía habrá que dar alguna vuelta de tuerca más. Pero sí, este guiso está dando sus últimos hervores. Un abrazo.
Y con lo difícil que es que el arroz quede bien y en su punto.
Excelente muestra del enorme «cocinero» literario que eres.
Abrazobeso enorme y cariñoso, frater.
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#relatos
Gracias por rebloguear. Saludos cordiales.
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