Feeds:
Entradas
Comentarios

Posts Tagged ‘Armani’

01 de mayo de 2014 04578.-La rigidez, la inflexibilidad, la cerrazón dejan escaso margen de maniobra. La única posible, a veces, es salir dando un portazo.

79.- Todos tenemos cuelgues y fijaciones. Eso es malo. Pero todavía es peor que tratemos de imponérselos a los demás.

80.- Me pide Emma que defina al creyente. “Desde el punto de vista socrático, que comparto” respondo, “es la persona que tiene la esperanza de que hay algo después de la muerte, algo mejor para los buenos que para los malos”. “¿Y un ateo?” “El que niega esa esperanza”.

81.-Convivir con las injusticias es uno de los más duros aprendizajes. Convivir no quiere decir aceptar sino verse obligado a seguir adelante a pesar de todo. Otra asignatura que se cursa forzosamente, y que nunca se logra aprobar, es la convivencia con las actitudes irracionales. Unas y otras pueden dar al traste con los principios más asentados y las resoluciones más firmes. Unas y otras ponen a prueba los nervios. Unas y otras son los golpes que hay que encajar sin renunciar al sentido de la justicia ni despreciar la luz de la razón.

82.-Algunos piensan que nunca han llegado. Por eso no paran de andar. Piensan que lo mejor está por hacer, que la meta está más lejos, que son ellos los que tienen que seguir.

83.-Todos pagamos un precio. Es verdad que no todos los precios son de la misma cuantía. Los hay altos y bajos. Y verdad es también que algunos que pagan un precio irrisorio se quejan más que los que pagan un precio elevado.

Tarde o temprano todos comprobamos que nada es gratis. Lo único que hay que ver es si el precio que estamos pagando nos conviene. Pero que no nos quepa la menor duda de que un precio hay que pagar.

84.-Estaba vestida estrafalariamente. Cómoda, decía ella, metiendo las manos en los bolsillos de los anchos pantalones y tirando hacia fuera, adoptando así la figura de un polichinela. Sin duda este gesto le resultaba gracioso o chic, vaya usted a saber. Un muestra de su espontaneidad.

“La cosa funciona o no funciona, eso es todo” “¿Y no se puede hacer nada para que funcione?”.

Esbozando un mohín de fatalidad, respondió: “No. Te lo he explicado varias veces, pero tú no quieres entenderlo. La vida es una cuestión de funcionamiento. Eso es lo único que hay que saber y aceptar. Ahí radica toda la sabiduría. Los funcionamientos no se fuerzan. A lo más que podemos aspirar es a un buen funcionamiento” “Y nosotros lo único que debemos hacer es cogerlo por los pelos si pasa a nuestro lado” “Pues sí, se podría expresar así. No le des más vueltas. Siempre te ha gustado comerte el coco. La clave es esta: la vida, en cualquiera de sus aspectos, funciona o no funciona. No te lo repito ni una vez más”. Y dicho esto, dejándome con la palabra en la boca, se alejó con sus pantalones bombachos, su camiseta ancha de Armani y sus collares de bisutería fina.

 

 

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

Read Full Post »

                                 II
Con la burbuja inmobiliaria su cuenta bancaria subió como la espuma, tanto que desbordó la bañera que debía contenerla. Ese enriquecimiento exponencial le trajo finalmente problemas con el fisco y con la justicia. Eso se veía venir, decían unos y otros, pero a ella parecía darle igual esa vertiginosa carrera de la que era testigo de excepción, cómplice en la sombra y gran beneficiaria.
No era el marido que había soñado, pero era el que le convenía. Por supuesto, ser la mujer de un malabarista financiero tenía sus inconvenientes. A veces se veía salpicada por los escándalos. Pero ella con tiesura y aplomo, como si en toda su vida no hubiese hecho otra cosa, capeaba el temporal y aprovechaba para lucir elegantísimos modelos con los que ponía los dientes largos a todas las que la criticaban acerbamente.
Lo que peor sobrellevaba era que la llamasen “la Tiburona”. El mote se lo debía a uno de esos impresentables del periodismo que lo había puesto en circulación exitosamente. Desde luego, ella no era una carpa de río, pero equipararla a un escualo era un insulto que acabaría pagando esa rata del amarillismo.
Se hizo con una colección única de cristales decorativos de Tiffany. Su guardarropa incluía modelos de alta costura de Lacroix, Chanel y Armani. Tenía joyas diseñadas exclusivamente para su cuello o para sus muñecas.
Cuando sucedió la hecatombe, en la fotografía de portada de los diarios que compartió con su marido embutido en su traje de chaqueta cruzado y barba de varios días, ella aparecía seria, metida en su papel pero sin sobreactuaciones innecesarias, con la vista fija en el frente, en el futuro, se diría, en la libertad que le aguardaba teniendo las espaldas bien cubiertas.
No hubo gusano periodístico o de otra profesión que no comentase el semblante de la señora ni, por supuesto, lo impropio de su atuendo. Para la ocasión había escogido unos pantalones de canutillo azul cielo y un jersey de cheviot. Parecía enteramente que iba al centro de la ciudad a tomar un aperitivo, y no que estuviese acompañando a su marido a la cárcel de Alcalá-Meco donde debía ingresar por delitos varios.
Ella era la imagen del hermetismo. Él parecía un toro a punto de embestir. Ella sabía arreglárselas para, incluso en tales circunstancias, estar radiante. Él no estaba para bromas.
La actitud de la mujer pregonaba a las claras la consigna que tantas veces se había repetido a lo largo de su vida: “No retroceder nunca salvo para coger carrerilla, dar un salto y llegar más lejos”.

 

 

 

 

Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported

Read Full Post »