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Posts Tagged ‘cuerpo’

297.-“Qué parciales somos. Con cuánta subjetividad planteamos cualquier cuestión” exclama Emma. “Quieres decir que todos arrimamos el ascua a nuestra sardina” “Quiero decir que cuando contamos algo nos encanta que nos den la razón, que nos confirmen que hemos actuado correctamente” “Y ese interés encubre mala conciencia” “En numerosos casos sí”.

Elena, una amiga de Emma, le comentó que le resultaba incomprensible la actitud de Luisa, una tercera amiga de ambas.

Esta mujer vivía en otra ciudad y había venido expresamente para pasar el fin de semana con Elena. Habían estado paseando por el casco antiguo, viendo una exposición de pintura, comiendo en un restaurante. También habían ido al cine. Resumiendo, lo habían pasado bien.

El domingo por la tarde Luisa debía coger el tren de regreso. Esperaba que Elena la acompañara a la estación, pero esta alegó que estaba cansada, que prefería quedarse en casa.

“Y se disgustó” le contó Elena a Emma, “pero habíamos estado todo el tiempo yendo de un sitio para otro y no tenía fuerzas. De lo único que tenía ganas era de estar tendida en el sofá”.

Sigue refiriendo Emma: “Con Luisa he hablado por teléfono recientemente e hizo también alusión a esa historia. Admitió que esa actitud era propia de Elena. Pero ese desplante no lo esperaba. Aunque estuviese cansada, podía haberse molestado en acompañarla. Eso era lo que ella habría hecho, lo que cualquiera habría hecho. Y acabó pidiéndome la opinión: ¿tú no? Respondí que sí.

“Elena me hizo también una pregunta parecida. Dijo: ¿A ti no te parece normal, después de dos días tan ajetreados, quedarte en casa y despedirte allí mismo?”.

Emma había respondido también afirmativamente. “Pues, créelo, se marchó enfadada” añadió Elena.

“El enfado para una estaba justificado y para la otra no. Y las dos querían que me hiciese cargo de sus razones” concluyó Emma. “Cuando hablamos” repliqué “buscamos a menudo que simpaticen y se solidaricen con nosotros aunque no nos lo merezcamos, o sobre todo por eso, como es el caso” “El caso de Elena” “Naturalmente”.

298.-Un buen político, en el sentido de inescrupuloso, aunque probablemente estoy incurriendo en una redundancia, debe reunir tres requisitos: tener un estómago como el de un buitre (ser capaz de digerir cualquier cosa), tener las espaldas más anchas que las de un estibador (importarle un comino lo que digan de él) y tener una lengua capaz de hacer más filigranas que las manos de un platero (decir Diego donde dije digo cuantas veces sean necesarias y algunas más).

299.- La filosofía del Platón se centra en el pensamiento, la de Epicuro en los sentidos. Para el primero lo prioritario es pensar y para el segundo sentir. El viejo dilema de la mente y el cuerpo. Los sentidos nos suministran los datos, a los que la capacidad de abstracción del intelecto confiere sentido.

300.-Para Platón una de las palabras claves es moderación. Tanto esta como la justicia se desarrollan a partir del hábito y del ejercicio. Filosofar implica las dos cosas. Por un lado, no dejarse esclavizar por los apetitos del cuerpo, mantenerse apartado de ellos, guardar las distancias. Por otro lado, cultivar la rectitud. Platón recomienda resistir. En nuestros días esta propuesta no es precisamente popular. El ateniense habla incluso de “pureza” que es un concepto en franca decadencia. Para alcanzar ese estado transparente, aparte de no abandonarse, hay que rechazar también la riqueza, los honores, la fama. De esta forma nos convertiremos en filósofos. ¿Pero quién aspira a eso?

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244.-Incardinarnos en la propia tradición, la que nos viene dada por nacimiento y crianza, es una forma de dotar de sentido a la realidad y de mantenernos sujetos a ella para evitar la dispersión y la desintegración.

245.-Si enraizamos, es probable que encontremos respuestas a numerosas preguntas.

246.-De lo antedicho Sócrates puede ser considerado un ejemplo.

247.-Los verdaderos cambios son los interiores.

248.-Dice K.G. Dürckheim a propósito del tiro con arco: “Debía comprender que tirar con arco no era un mero ejercicio de habilidad. El objetivo no era dar en el blanco sino entregarse a un ejercicio interior que permitiese la irrupción de lo Divino”.

249.-Lo importante es el día a día. Los objetivos no deben hipotecar nuestra andadura.

250.-Encontrar la imagen divina en uno mismo. Llegar a ser lo que siempre se ha sido.

251.-Lo Absoluto, Dios, lo Divino, el Ser, el Yo Esencial, lo Transpersonal.

252.-Una virtud: la paciencia.

253.-No hay separación entre lo sagrado y lo profano. Todos los actos nos acercan o nos alejan de Dios.

254.-Dios es inmanente y trascendente. Está dentro y está fuera. Está arriba y está abajo. La fraternidad es una prueba de su presencia y de su inmediatez.

255.-Fondo y forma constituyen una unidad. Es aberrante afirmar que el fondo es bueno y la forma mala, o viceversa.

256.-Una sociedad y una religión formalistas son aquellas en las que dominan las instituciones.

257.-Una cualidad: la perseverancia.

258.-El desánimo, las excusas, las dilaciones son las piedras en las que tropezamos continuamente.

259.-Si alegamos que primero hay que resolver tales problemas o tales conflictos, nunca nos embarcaremos en las empresas que, según declaramos, nos interesan de verdad. O nos comprometemos o no nos comprometemos. El resto es palabrería.

260.-Planteado de forma radical, ante un compromiso se ofrecen dos posibilidades: abandonarlo todo o no abandonar nada. En el segundo caso no se puede hablar de implicación. En el primero la renuncia es un sacrificio excesivo.

Una tercera opción se abre en ese cruce tan divergente. Ese camino intermedio es ser lo que uno quiere ser en nuestra limitada realidad. El aprendizaje, al que van asociados los logros, consiste en intentar desatar ese nudo gordiano.

261.-Después de dar muchas vueltas, poner condiciones y consultar a las autoridades correspondientes, todo se reduce a decir sí a nuestra propia realidad.

262.-El cuerpo nos marca límites que más cuenta nos trae no sobrepasar. Sus perturbaciones nos enseñan más sobre nosotros que cualquier libro. El cuerpo es un maestro que no nos engaña y al que no podemos engañar.

 

 

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                                    III
Y yo aquí, sentado en una duna, rodeado de gramíneas que doblan sus tallos al menor soplo de viento, y que tiemblan azogadas cuando éste corre racheado. Contemplando la línea de la playa que se extiende en un largo abrazo. Como si pretendiese abarcar al mar, acunarlo en su regazo, adormecerlo en su seno. Y yo aquí, fascinado por las aguas del Atlántico cuyo oleaje rompe a escasos metros de donde estoy, de esta atalaya desde la que admiro sus luces, sus crestas espumosas, su poder ilimitado. Arrullado por su murmullo. En esta duna a mitad de camino de los pinares y el mar. Entre el verde oscuro de las agujas y el verde inestable del océano. Envuelto en los olores procedentes de uno y otro lado. En este confín. En este paraje de vegetación rala. Hipnotizado por ese flujo creciente que va anegando la playa, y que arrastrará consigo, cuando se retire, todos los detritos. A un tiro de piedra de ese espolón desafiante, de ese esquife escorado, de esa excrecencia que desentona en este paisaje costero de suave trazado. Sentado en esta colina de arena tibia. Dejando vagar la vista. Ubicado en ese punto concreto del universo. Considerando la extravagancia de esa roca carcomida que es mínima, inexistente, comparada con la de un ser humano. Sintiendo cómo ese pensamiento produce un vacío. Y el vacío vértigo. Y el vértigo angustia. Y la angustia desvalimiento. Como cuando miro las paredes desnudas de mi habitación. O a través de cristales empañados en un día brumoso. Como cuando marcho cansinamente sin objeto. Entonces. Ahora. En el teso de la duna. Sin ataduras. Libre de lastre. Un tenue cosquilleo me recorre las yemas de los dedos. Mi cuerpo se vuelve más liviano. Mi respiración se hace más pausada. Mi mente adquiere la pureza de un diamante.

 

 

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