37
Día de invierno
Los jirones de niebla
Difuminan el monte
El arroyo en ejarbe
Sonoro corre.
38
Derrota
El terror en el rostro
De un jinete se pinta
El caballo asustado
Escarba y se encabrita.
Posted in Poemas, tagged arroyo, caballo, día de invierno, derrota, en ejarbe, jinete on mayo 29, 2019| 8 Comments »
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Día de invierno
Los jirones de niebla
Difuminan el monte
El arroyo en ejarbe
Sonoro corre.
38
Derrota
El terror en el rostro
De un jinete se pinta
El caballo asustado
Escarba y se encabrita.
Posted in Entre nosotros, tagged adelfas, alameda, arroyo, gordita, jira campestre, rocas, zarzas on mayo 27, 2019| 7 Comments »
La alameda está atravesada por un riachuelo que se despeña en sucesivas cascadas a causa de desnivel del terreno y de las rocas. La corriente choca contra ellas y se abre en numerosos brazos que se lanzan al vacío como consumados trapecistas.
Las zarzas y las adelfas han enraizado aquí y allá formando en ocasiones una maraña impenetrable.
El piar de los pájaros, los saltos de agua y las grandes piedras en extrañas combinaciones hacen de ese paraje un lugar especial.
Mientras lo contemplabas sobrecogida, cobró cuerpo la idea de que no debías haber aceptado la invitación. No te integrabas en el regocijo general. No estabas a la altura de las circunstancias.
Una lasitud unida a un sentimiento de opresión se apoderó de ti. No estabas a gusto. Las bromas, las risas constituían un martirio. Te preguntaste si lograrías soportar esa penosa situación hasta el final.
A nadie descubriste tu estado de ánimo. Por encima de todo tenías que mantener la compostura e incluso contribuir al esplendor de la jira campestre con tu depauperado ingenio.
Desde el montículo al que habías subido para disfrutar del entorno, observaste a los demás.
A orillas del arroyo se planteó la cuestión de seguir adelante. Pero cruzar la corriente conllevaba un riesgo, por lo que una joven gordita y de movimientos torpes, que se consideraría una firme candidata a darse un chapuzón, se opuso.
Te acercaste y escuchaste las razones de unos y otros sin intervenir en la polémica.
Los muchachos eran partidarios de salvar las aguas. La posibilidad del resbalón y la zambullida era un atractivo para ellos, sin contar con el placer adicional de prestar su ayuda a las chicas que seguramente la reclamarían.
El asunto tomaba un cariz que no era de tu agrado. Las alturas te dan vértigo. Aunque no se trataba de escalar una montaña, el espumeante riachuelo que se ramificaba y se precipitaba a gran velocidad, te provocaba esa misma sensación.
A la gordita que había protestado le dijiste: “¿Por qué no comemos aquí? Hay leña. Esa explanada es perfecta”. Y le indicaste un prado que se extendía por la linde de un olivar recién talado, y que caía a pico sobre la cárcava.
“Sí, es un buen sitio” te respondió, “pero no creo que esos quieran”.
De hecho, algunos jóvenes habían vencido los primeros obstáculos y animaban a los demás a seguirlos.
“Esto no tiene remedio” dijo la gordita. Sus palabras traslucían una paradójica complacencia.
A continuación, enardecida por la prueba que debía enfrentar, se puso a agitar los brazos y a gritar: “¡No dejadme la última!”.
Posted in Fotos, tagged adelfas, arroyo, arroyo de las Torres, berro, eucaliptos on mayo 10, 2018| Leave a Comment »
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Posted in Fotos, tagged arroyo, Aznalcóllar, paisaje, ribera, ribera de los Frailes on abril 12, 2018| 2 Comments »
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Posted in Fotos, tagged arena, arroyo, cauce de un arroyo, cauce seco, estiaje, eucaliptos, lentiscos, verano on septiembre 8, 2016| 19 Comments »
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Posted in Fotos, tagged agua, arroyo on diciembre 17, 2013| 2 Comments »
Posted in Cuentos, Una apariencia de normalidad, tagged arroyo, día de campo, dehesa Boyal, grajos, Las Hilandarias, pájaros, sirenas on octubre 14, 2013| 10 Comments »
Íbamos a echar un magnífico día de campo. Nos dimos cita en una plaza de Las Hilandarias. Reinaba el buen humor. Una comida al aire libre es un acontecimiento festivo.
Entre risas y bromas esperamos a que llegasen todos para ponernos en marcha. Nos dirigimos andando a un lugar situado a cuatro kilómetros del pueblo, en la dehesa Boyal, a orillas de un arroyo flanqueado de adelfas y rosales silvestres.
Aunque al principio discutimos sobre dónde vamos a ir, al final siempre acabamos en ese paraje, por el que tenemos querencia.
Una buena parte del camino discurre entre dos muretes de piedras sueltas. En el cielo, hay nubes blancas que se alargan y curvan en incipientes espirales. El aire frío y la atmósfera transparente tonifican el espíritu. Estos días soleados de invierno son una bendición.
Soltamos las mochilas y las bolsas al pie de una añosa encina y vamos en busca de leña. El círculo de piedras ennegrecidas donde hacemos fuego, está en su sitio, tal como lo dejamos la última vez.
Si guardamos silencio, se escucha el murmullo del arroyo. Debido a las rocas que jalonan su recorrido, el agua se abre en numerosos brazos. Hay tramos del cauce que están tapizados de musgo, y otros que están pavimentados de guijarros grises y blancos.
No recuerdo quién fue el primero en darse cuenta y señalarlos con el dedo. La comida se nos atragantó.
Estaban posados en las ramas más altas de la encina, inmóviles como estatuas, y nos observaban.
Las sardinas empezaron a requemarse, pero nadie pensó en sacarlas del fuego.
Con la tostada empapada de aceite en una mano, tan quietos como ellos, éramos la imagen del alelamiento. Sólo faltaba que se nos cayera la baba de la boca entreabierta.
No se nos ocurrió que quisieran atacarnos, si acaso arrebatarnos la comida. O tal vez estaban esperando para dar cuenta de los restos. Esto último parecía improbable.
Por su forma y tamaño me recordaron a una sirena, aunque esos pájaros permanecían obstinadamente callados. Sólo se escuchaba el rumor del arroyo.
Daban tal sensación de pesadez que uno se preguntaba cómo podían volar. Su plumaje negro como el hollín tenía reflejos metálicos. Las garras de afiladas uñas estaban plantadas sólidamente en las ramas del árbol.
Pero lo que nos dejó fuera de juego fue otra cosa. Esos tres grajos gigantes y rechonchos tenían cabeza humana.
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Posted in Fotos, tagged arroyo, cauce seco on julio 26, 2013| 6 Comments »
Posted in Poemas, tagged arroyo, fuente, manantial, sierra on noviembre 16, 2012| Leave a Comment »
Allá, en la serranía, en agreste paraje,
tiene su nacimiento una discreta fuente
que en el fondo arenoso borbotea sin ruido,
que brota de la tierra con gentil donosura,
deleite de este edén de encinas centenarias,
de zarzales, de hiedras, de algarrobos, quejigos,
de vides cimarronas, de recios cabrahígos.
Allá, en lo más boscoso, aflora el manantial.
En su lecho de arena las cristalinas aguas,
sombreadas de árboles ─un milagro, un diamante
engastado en la sierra─, refrescan a las aves,
que en pago las arrullan con su alegre gorjeo,
una vez apagado de beber su deseo.
Allá podría yo retirarme, vivir
al lado de la fuente, ver cómo fluye el agua
de sin igual pureza, ver cómo se despeña,
al poco de nacer, desde empinados riscos
de líquenes cubiertos, glaucos, amarillentos,
y luego se apacigua y en cantarín arroyo
corretea feliz, dejándose atrapar
en profundas albercas, dejándose beber,
siguiendo su camino, murmurante, callada,
airosa mensajera de una nueva alborada.
Audición del poema: http://gerenadiario.blogspot.com.es/2009/05/dime-un-poema-al-lado-de-la-fuente.html
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